Los misterios de Erosophya
El único beso
Con el final de la película El Tigre y el Dragón se nos muestra un terrible y desgarrador significado del amor que rompe con los clásicos hollywoodiense del final feliz.
Poco importa que a lo largo de la película la trama gire en relación a una espada, el robo de la misma y la venganza de la muerte del maestro de Li Mu Bai, todo ello queda en segundo lugar e incluso del amor que profesa por Yu Shu Lien.
El amor entre ambos es algo palpable pero no por las escenas afectivas, ni sensuales, ni nada por el estilo sino por delicadezas donde la posesión hacia aquel que se ama no sucede sino que el amor se traduce en respeto hacia el otro, en valores comunes que comparten ambos.
El desenlace sucede en el interior de una gruta con una escaramuza entre la institutriz de Jen asesina del maestro de Li Mu Bai y él, y si bien Li Mu Bai mata a la institutriz un dardo venenoso da en el cuello de él, condenándolo a una inminente muerte, sólo le quedan contados minutos de vida. El suspenso se mantiene ante la urgencia de Jen que busca una poción curativa a la que si bien consigue, no podrá llegar a tiempo para salvarle la vida.
A grandes rasgos las líneas que siguen expresan más o menos la trama del desenlace donde Li Mu Bai le expresa a Yu Shu Lien que ya no puede aguantar más, que la vida se le va, se le escapa.
Ella le dice que no malgaste los últimos segundos de su vida en ella, sino que los utilice para su liberación.
Entonces, él le confiesa que jamás será un fantasma porque siempre tendrá su amor y ella se acerca a él y lo besa, ese es el único momento de la película que los muestra besándose, para acto seguido, él morir.
He aquí entonces, la condición desgarrante del amor y motivo de nuestra reflexión, porque si hemos de preguntar, ¿por qué es desgarrante?, ¿acaso no existían ellos como amantes?, si efectivamente, aunque en ningún momento el film los hubo de mostrar besándose, acariciándose, bajo algún atisbo de sensualismo.
El amor entre ambos está, es evidente, pero no es amor ejercido a pleno sino desde lo sugerido y sin embargo, el grado de posesión del ser amado está ausente, sólo en el último instante, sólo allí surge la condición poderosa de la posesión, del apropiarse de ese ser que se ama ante la desesperación del momento de la muerte de él, donde ya no habrá después, ya no habrá mañana, ya no habrá futuro, la felicidad del amor se torna traición cuando el ser amado muere.
Li Mu Bai, hubo de incurrir en la filosofía budista y en la condición dominante de las artes marciales y Yu Shu Lien también extraordinaria guerrera y experta en el manejo de las espadas, ambos respetados y honorados guerreros forman parte de una casta diferente en la china imperial pero lo que podría causar envidia por esa condición noble, de estirpe ontológica, en lo más recóndito de sus corazones se muestren como seres vulnerables a la única fuerza a la que no pueden oponer resistencia, ni a combatir: el amor.
El no haber ejercido ese don es lo desgarrante y pecaminoso en ambos guerreros ante una gracia que no abunda y sin embargo, paradoja de por medio, el no ejercerlo permitió su vigencia originaria entre Yu Shu Lien y Li Mu Bai, no obstante, que todo ejercicio amoroso conduzca irremediablemente a su propio fin nos señala lo trágico de todo existir: nacer para morir, la experiencia del amor irremediablemente culmina con el fin del amor y con ello, la expiración del ser amado.
Una vez más, el insondable sentido de lo cósmico como fuerza creadora se muestra paralelo a la incomprensión del universo amatorio como experiencia humana cuando topamos con la única divinidad a la que no se puede digitar ni manejar, Eros, porque no se trata de un antropocentrismo que ejercer sino de la determinación de lo erocéntrico a través del Eros creador.
Yu Shu Lien como Li Mu Bai, sin saber lo que hacían intentaron antropomorfizar lo erocéntrico, la instancia de la prematura muerte de Li Mu Bai pone a disposición de la nada la condición irrepetible de Eros no realizado, donde ambos se hubieron de manejar como señores de él, y forzarlo a coexistir en lo social como amistad, camaradería, compañerismo y no la posesión del otro a través de la pasión de los besos o del éxtasis por la boca amada, sino de una espera de los momentos o del mañana, un éxito que al momento de la muerte de él, muestra lo absurdo y lo inútil de toda antropomorfización.
Por ello es que ese beso único entre Yu Shu Lien y Li Mu Bai, adquiere un aterrador significado, la relación existente entre lo profundo y lo efímero y aquí, la profundidad adquiere un matiz oscuro porque lo profundo nace en la perspectiva que abre el instante y el momento donde habrán de coexistir desesperación, desencuentro, separación, horror y vacío.
El antropomorfizar a Eros dio como resultado la doble condición de ser víctimas como victimarios por condicionarlo.
Siendo el más común de todos los condicionantes el concebirlo imperecedero, colabora en tal concepción el Occidente platonizado con su idea de lo eterno y provocada ante la evidencia de lo efímero, tal artilugio de posicionar lo pasado perpetuando lo efímero, parte de combatir el horror que significa la patencia de lo vacuo en donde antes, existió plenitud.
Y en lo mundano social, este aspecto del perpetuar adquiere la práctica concreta llamada matrimonio, junto a la insensatez que manda hasta que la muerte los separe, cuando aquella condición alada de Eros no tardará en disecarse ante el hábito, la costumbre, lo monótono, que todo matrimonio tarde o temprano terminará por instalar.
Aún, así y todo, más nos revela el grado de incomprensión acerca del significado de Eros, cuando se insiste en inmortalizar lo disecado e intentar revitalizar o estimularlo por aquello que lo hubo de disecar: la misma pareja, por lo que esa ritualidad invocada desconoce de plano el sentido heracliteano de lo que hubo de pasar, jamás se vuelve a repetir.
Si nadie se baña dos veces en el mismo río, es porque el hombre no se puede repetir y es lo que muestra ese único beso entre Yu Shu Lien y Li Mu Bai, beso gestado en el curso temporal de la vida y la muerte, la paradoja del nacer a la vida y ser concebidos para la muerte, nos señala la condición precaria de todo lo vivo, la vida que hubo de significar el amor no ejercido, la pasión, lo terrenal de toda esa vida no vivida es mostrada y es lo que devela la agonía de Li Mu Bai, traducida en rabioso beso por parte de Yu Shu Lien, y sugiere que antes de encuentro sea despedida.
La despedida adquiere una inquietante pregunta, porque ¿de quien se despide?, ¿de Li Mu Bai, del amor que siente hacia él, de ella misma como mujer?, los diferentes planos que componen la realidad de esos instantes se nos manifiestan en tal interrogar, delicado momento que pincela los atributos de toda existencia, amar, vivir, morir, así, vida, amor y muerte, adquieren significados esenciales que entran en conflicto cuando el hombre no es conciente de ellos.
En tal escenario, engañar a la vida es uno de ellos, pero jamás se podrá engañar a la muerte, como tampoco a Eros, donde por un instante con su rayo, el dios nos fulmina, nos rescata de la impertinencia que somos y nos torna dioses en la fugacidad de su profundidad, aunque después de tal relucencia, retornemos a nuestra miserable acción, el antropomorfizarlo.
Li Mu Bai ha muerto y Yu Shu Lien vive, ¿y que desea el espectador?, muchos considerarán que ella habrá de amarlo para siempre pero típico final feliz aunque en este caso, el por siempre, será de un desdichado amor, y la falacia instalada del siempre hollywoodiense se aprecia en la tergiversada pasión, el crearle un espacio distinto a una erótica no ejercida con el espíritu del amor, y eternizar de alguna forma lo que no se pudo realizar con libertad, vivir con plenitud la pasión erótica.
Pero hollywood no hace más que reproducir las bases culturales del Occidente del paradigma judeo-cristiano cuando plantea que la salida al dilema existencial del Eros no resuelto, pondera un espacio imposible al regocijo de los desnudos cuerpos con la apolínea ilusión del mundo metafísico.
Mundo eterno, fijo e inmovible, reino de lo siempre y que no puede dar cabida a aquello que por su propio ejercicio se realiza y deviene, culmina y trasmuta, ejercitar el amor lo torna breve, efímero y alado e insumiendo con él al ser amado, ya que no es posible disociar a Eros de lo erotizante, si Eros es sujeto amoroso lo es por reflejo del objeto amado, que nos expresa la instancia personal de toda eroticidad, en el perfil de tu nombre junto al mío.
Pero, ¿cual es el significado ulterior que encontramos en ese final, entre Yu Shu Lien y Li Mu Bai con el trillado único y último beso?, nos desvela el postrero y trascendente sentido del mismo: el castigo, donde serán sus propios verdugos debiendo expiar la pena por haber antropomorfizado a Eros.
Juan Oviedo