Segunda entrega
Imaginación
Pensar en llevar tu cuerpo al lugar más bello
El placer
Es más generador de placer
Que el mismo placer.
Que tu imagen
Sea puesta en palabra
Y éstas
Sean dichas por mi boca
Es más mortal
Que tu misma boca.
La imaginación precedida por la palabra hizo que también la palabra precediera a lo imaginado, siempre hubo de coexistir entre ellas esa competencia sutil, y en aquellos casos que se buscó la preeminencia por alguna de ellas, ambas se prestaron a la dialéctica de luces y sombras dada en el anhelo de la mujer como en el deseo del hombre, para dilucidar el privilegio del preceder o ser precedidas. Donde tal juego de luces, penumbras, del tierno abrazo o del ímpetu salvaje, entre, bajo o sobre las sabanas y los desnudos cuerpos, la imaginación no hizo más que materializar lo que en pensamiento se hubo de concebir.
Porque se trata de un pensamiento imaginando un llegar a ser algo mucho antes de que lo sea, y aquí se revela la mediación que significa todo imaginar, media entre un hecho de la conciencia y el plano material, afirmando que: no existe nada en el escenario de la desnudez, que previamente no fuere imaginado en el espacio de lo sensual.
Puesto que el placer que surge e implica todo imaginar significa un íntimo deleite que emerge como posesión de la conciencia que imagina la posesión del otro, del gestar el sudor íntimo, del rasgar la vestidura sin pausa ante la presencia del torrente candoroso.
Aunque, para que se experimente tal deleite del imaginar, antes deba crearse una conciencia que imagina, porque la imaginación del deleite no es una facultad de nuestra especie sino una capacidad individual y sólo experimentada por aquellos que hacen de la creación una necesidad cotidiana como encontramos en los artistas, los poetas y los filósofos amantes, ya que sólo ellos tematizan en su hacer, lo que previamente supieron configurar con el pensar imaginado.
Por lo tanto, lo que habremos de plantear respecto de esta importancia del imaginar será mostrarlo como vehículo sensual, y de la dialéctica del imaginar sensual habremos de tomar partido por el lado de su antítesis, del sensualismo que imagina, porque tal como lo sugiere el poema que tu nombre en mi boca sea más embriagador que tu misma boca, es una determinación sensual presente en toda boca.
He aquí entonces la cuestión, si la tesis privilegia la imaginación, la antítesis privilegiará a lo sensual, donde por sensual entenderemos a todo lo concerniente al mundo de lo erótico, aquí sensualidad es eroticidad ejercida en todos los planos posibles y que habrá de iniciar, estimular, animar el ejercicio de la imaginación para crear el escenario propicio del encuentro, entonces, el nuevo deleite doctrinario será el Eros que piensa, impregnando de placer los contenidos de su pensar.
Puede causar un poco de extrañeza la afirmación que postula a lo erótico como algo a ser pensado pero los diferentes grados y matices que adquiere lo erótico así nos fuerza a considerarlo, porque no hubo de emerger por gratuidad en el mundo humano lo que hemos definido como lujuria, lascivia o la creación de lo orgiástico, todos aspectos que reúnen los componentes de lo sexual, el placer y lo orgásmico como tal, y que a la luz de tales realidades nos permite concluir que lo erótico, incluye siempre el pensar.
La sensualidad que imagina postula al placer como algo que se piensa y a medida que el amante es más experto, sabio en las lides de lo erótico se enfrentará a un nuevo desafío a su acción como amante, se trata de un delicado equilibrio entre el desenfreno y los intentos por crear nuevas formas del placer, y como ciertas obras de la literatura erótica como el Satiricón de Petronio, en la Antigua Roma, el Decamerón de Boccaccio a finales del medioevo y los textos del Marqués de Sade en la época de la Revolución Francesa, así lo sugieren.
He aquí matices acerca del ejercicio de lo erótico, términos alusivos de ese ámbito, de esa cultura de lo erótico, como lo hallamos en la palabra lujuria, proveniente del latín luxuria, abundancia y este de luxus, dislocado, aunque una vez sustantivado luxus signifique lujo y también exceso, este exceso aplicado a lo carnal adquiere el sentido de insistencia por lo sexual.
Desde tal significado, se entiende a la lujuria como objeto de su erotizar a la cantidad, siendo ésta el eje del accionar sexual, entender el placer lujurioso de esa forma implica que lo sexual sea meramente acto coital, sin embargo, es preciso considerar que decir lujurioso no implica en modo alguno señalar a persona alguna buscando diferentes personas, la insistencia del lujurioso no implica ni sugiere cambio de pareja como logro de placer, sino insistencia por lo coital.
Otra instancia del grado erótico lo encontramos con la lascivia, del latín lascivus, aquel que posee un marcado apetito carnal, en otras palabras se trata de una suerte de desenfreno por lo sexual pero no en términos cantidad sino del no restringirse ante ninguna sugerencia propia como ajena, en especial, cuando entra a funcionar su mejor aliado, la fantasía.
El lascivo no tiene presente límite alguno respecto al ejercicio de su sexualidad donde el todo vale es una suerte de dogma para él, ello implica la utilización de estimulantes, afrodisíacos, juegos, bebidas, cambio de roles practicando la homosexualidad siendo heterosexual, lo que priva en él como priva en el lujurioso, es la adquisición del placer, donde el juego de las libres posiciones tal como hubo de inmortalizar el Kama-Sutra, serán apelables para estimular su condición orgásmica.
Con orgía, su etimología latina orgía, deriva del griego ὄργια, fiestas de Baco, divinidad a la que se le ofrecían festines en su nombre, donde se comía y bebía sin límite alguno, dando lugar a la pasión desenfrenada.
Por ello sea lo orgiástico la instancia que pueda sintetizar tanto a la lujuria como a la lascivia en el sentido de la cantidad como en el desenfreno, aspectos necesarios para lograr la embriaguez del éxtasis orgiástico, tal embriaguez no es más que lo pasional desatado y libre de toda norma y límite, donde lo racional a quedado bajo la esfera de lo irracional, que son las fuerzas ciegas a la acción del desenfreno, acciones bajo el flujo amatorio sin freno o atisbo de racionalidad alguna.
La condición orgiástica es una instancia muy privada y cuasi prohibida y por lo tanto intrínseca a todo deseo y por ello oculto, aunque siempre presente cuando el calor, la risa, y la agradable sensualidad se hacen evidente en cada individuo, aquí el sensualismo imagina un escalón superior, la erótica va forzando los límites en busca de su propio espacio para que pueda fluir libre, donde el individuo erotizado habrá de encarnarse cuan divinidad dionisíaca en su antiguo esplendor.
Si la noche va liberando lo que el día estuvo atesorando, la noche pincela a través del sueño lo que la rigidez del día no permite, la noche es lugar de encuentros de esos que no suceden en el día, pero es en el día que lo sensual surge en un andar particular, en una boca sugestiva, en una curva a recorrer, allí, la imagen materializa la realidad deseada del meneo de la curva y el succionar de la boca.
Donde la sensualidad va tejiendo la nueva imagen que juega con lo imaginado cuyo efecto lúdico es atrapar a quien imagina, entidad abstraída de si y subyugado por el daimon de la imaginación, viviendo el contenido de lo que imagina desde una privacidad inalcanzable a terceros, en un estado extático fuera de toda temporalidad y espacialidad, ingresando a la realidad trasfigurada en verso, en idea, en palabra, bajo el fermento del deseo.
Verso, palabra y poema, actuales creaciones desde un sensualismo que piensa y refleja la faz de la imagen que materializa, faz presente en el inicio de nuestra reflexión con aquel poema, porque ¿cuanta lujuria existe en la frase placer?, quizás ninguna pero ¿de un cuerpo al que se desea llevar?, llevar que no es gratuito porque redunda en el propio placer de aquel que lleva, donde tal llevar no es conducir sino invitar a recorrer juntos el sendero de las sensaciones ocultas, y sin embargo, el hecho de tener placer por el hecho de pensar en eso placentero, nos permite señalarlo como acto lujurioso por el exceso experimentado ante el placer de imaginar.
La misma plétora que encontramos en la boca, porque si bien con la boca invocamos a los labios, lengua y aparato masticador, la boca implica succión por excelencia, si definimos lo lascivo como aquel sin límite alguno a la hora de la conquista del placer, entonces, el placer de imaginar a la boca, aunque no cualquier boca sino esa boca en particular y de su succión, lo torna sin lugar a dudas en una bella imagen lasciva total.
El placer, entonces, se encuentra en esa conciencia imaginante del privado pensar como realidad erótica, sensualidad que instala el imaginar que desea en el interior de cada persona, y sin parangón alguno con la práctica de Onán, ante su sospecha de tal.
Puesto que nos hallamos con una erótica que imagina por las condiciones del acaecer placentero sin límites en su recorrido ya que imaginar, no es contrario a real, sino que materializa un sendero, un trayecto como lo es toda fantasía, todo anhelo, todo deseo en la sensación de su propio fluir.
Y una imaginación que deberá despertar cuando el espacio de lo sexual queda anclado en el placer de lo coital, típico del cosificar sexual, por lo cual es preciso trascender e instalar la condición de la sensualidad imaginante. Esto lleva a experimentar la excitación que existe más allá del celo, erogenar la presencia con el sex-appeal o del rojo transparente, descubrir la pasión en el instante seductor, que imantan y apresan a quienes consideran a la imaginación como el verdadero sendero que instala lo erótico en la sexualidad de cada persona, aspecto sabido y ejercido por filósofos, artistas y poetas.
Porque, no existe nada en el escenario de la desnudez, que previamente no fuere imaginado en el espacio de lo sensual.
Juan Oviedo