¿Lucha de clases en Gesell?

El planteo siempre vigente, al menos desde la teoría marxista, que la historia humana es  la lucha de clases, entre burguesía y proletariado, no deja de ser un tema  a reflexionar,  máxime si ubicamos tal planteo al contexto geselino y preguntarnos por sus posibilidades, alcances y condiciones de esa lucha de clases.

Históricamente la clase burguesa, aparte de estar en posesión de los medios y modos de producción hubo de ser conciente de su función, puesto, lugar y desempeño en una determinada sociedad, mientras que la clase proletaria, ser conciente de su papel de transformador que provoca el accionar  burgués, desde una actitud revolucionaria, aunque lo planteado no tenga una cabal representación en la sociedad geselina de hoy.
Y si bien se puede discutir por el rigor designativo de la palabra clase, sin embargo, al momento de encuadrar conductas, sentidos, de encontrar significaciones por el actuar colectivo en una sociedad, el modelo de clase nos permite un escenario para poder interpretar ese actuar social.
Desde el marco de las clases sociales es que fundaremos nuestra mirada analítica, de la presencia de ellas en el desarrollo social de Villa Gesell.
Sin lugar a dudas que Carlos Gesell perteneció a una burguesía al estar en posesión de un negocio familiar de cierta envergadura en capital federal, aunque fundamentalmente, por iniciar un proyecto forestador en estas tierras improductivas costeras desde la idea comercial de obtener materias primas.
Por lo que la instancia fundacional del lugar (1931), tras un transcurrir de unos diez años, implicó la presencia de un gigantesco vivero al servicio del proceso forestador y con una mano de obra zonal y compuesta por Juancho, Macedo y Gral. Madariaga, donde patrón y obreros, hubieron de sufrir los contratiempos ocasionados por los elementos naturales.
Sólo después del cambio de paradigma, llegará una mano de obra al servicio de la construcción de Villa Gesell donde se habrá de afincar y tras el advenir de la actividad  comercial como la de los servicios playeros para la temporada, se crearán las condiciones materiales para el surgimiento de una pequeña burguesía local.
Conforme a su propia historia, la naciente burguesía local se irá afianzando en el lugar al aportar su iniciativa privada e  inventando en lo improductivo un pueblo y si bien ese burgués hubo de necesitar una mano de obra para afianzar su proyecto, portará una preciada condición, conciencia de clase, y aspecto ausente en ese proletariado.
Porque con el concepto de clase no sólo se designa un poder económico, ni cierta raigambre cultural sino de una conciencia que le dice que él, como clase tiene una determinada función, la de imponer sus intereses al naciente colectivo, así el lugar, será organizado desde una nueva concepción llamada balneario.
Nótese que tras la instancia fundadora, lo que se crea después de haber fracasado el proyecto maderero será el balneario y allende a él, los pioneros, la base social proletaria   beneficiada notablemente con aquellas condiciones fundacionales.
Pero esta primera burguesía geselina estuvo conformada por el fundador y por extranjeros que construyeron sus casas bajo un estilo arquitectónico iniciado por los hermanos Lömpel como también señalar a aquellos propietarios de los primeros comercios en manos de los españoles, bajo la esfera de sus conciencias privadas, actuarán desde una conciencia de clase heredadas  en sus lugares de origen y presente en la configuración del naciente del balneario.
Esta conciencia de clase, ligará sus intereses a los del balneario y sus esfuerzos personales pivotarán en el crecimiento de su proyecto a través de la construcción de los servicios turísticos como hoteles, restaurantes, comercios, locales etc., y estrechamente colaborando en el mismo, la mano de obra obrera y proletaria, pero con una notable diferencia, carente de una conciencia de clase.
Entonces la pregunta, ¿en el caso de estar frente a una conciencia de clase proletaria, cómo actuaría ella?, y lo primero que surge es la su actitud combativa ante la conciencia que su ser social es producto de una división del trabajo provocada por la burguesía y que lo condena a una conducta de mera subsistencia, porque tiene claro que su ser individual está condicionado por su ser social y este, por la división del trabajo provocado por el burgués.
Así, todo proletariado se verá siempre sometido a la explotación y sin posibilidad de cambiar las cosas si no es conciente de una realidad, que su conciencia individual está dada por su condición social y hasta que no descubra tal verdad, jamás podrá tener una conciencia de clase, y ocultada por el discurso burgués que le dice que pertenece a una clase baja, y la esperanza de pertenecer a una clase media, y con tal promesa generar una sumisión y  docilidad necesaria como el abandono de las banderas revolucionarias que toda conciencia proletaria significa..
Tales instancias nos muestran a un individuo que ha caído en las fauces ideológicas de la falsa conciencia.
La falsa conciencia es una ideología diagramada y sostenida por una conciencia burguesa que identifica al capitalismo con la democracia y la libertad, postulando un régimen irremontable, pero el  hecho de que una clase esté llamada a dominar implica necesariamente que fue capaz de imponer sus propios valores como valores a los demás que no son de su clase.
Y esto fue lo notable que hubo de suceder en Villa Gesell con aquellos primeros proletarios, al no haber incorporado  ninguna conciencia de clase se consideraban a si mismos  pertenecientes a una clase baja y ello significó que acuñaran en su fuero interno la esperanza del ascenso de clase, de pertenecer a la siguiente clase, donde esos obreros de la construcción en el proceso de invertir su dinero acumulado en la compra de terrenos y la construcción de pequeños hoteles, casas, locales comerciales, los habrá de equiparar con esa burguesía comercial hasta el punto de mimetizarse con ella, o sea, enclasarse como burgués.
Estamos frente a la  paradoja de ser lo que se debía combatir, porque ese enclasamiento, no es más que  la íntima aspiración de pertenecer a una clase a la que no se pertenece, esos proletarios sin conciencia de clase, terminarán por reproducir el modelo que por conciencia debieron de combatir.  
Por lo tanto, nos hallamos frente  a sujetos desclasados en el sentido de que no pertenecen a una clase, sino a individuos dentro de una cultura del trabajo aspirando a pertenecer a otra clase.
Ese ayer narrado, continua en el hoy con esa primera generación proveniente de aquellos pioneros  en la naciente sociedad geselina, continuando con lo que sus padres hubieron de construir, aunque desde una nueva posición, desde su condición de clase heredada y fundada en la posesión de los medios materiales de producción: los servicios, que pincela otra Villa Gesell, distinta a las que sus padres hubieron de enfrentar cuando las oportunidades proliferaban y hoy es historia antigua, porque estos nuevos burgueses no harán más que ensanchar la vigente polaridad que postula a los pocos que poseen mucho y  a los muchos que no poseen nada.
Llegados a este punto se patentiza una línea que Marx hubo definido como lumpenproletariado, que no es más que la capa social más baja y sin conciencia de clase, carente de toda conciencia política, y que hoy día en Villa Gesell adquieren el perfil de clientes políticos, sujetos a planes trabajar y a toda dádiva social donde esas condiciones sirven al interés burgués.
Y bajo tal estado de cosas, el significado del proletariado o del obrero, hubo entrado en crisis, porque ya no significa nada, sino que nos encontramos frente a una masa ingente de personas y potenciada por las continuas migraciones del conurbano bonaerense  pulularán en el invierno geselino como una masa informe, difusa y errante, buscando changas o labores del fin de semana o lo que la oportunidad les depare, en otras palabras, el lugar adquiere el perfil social que genera el dinero de la  temporada y captado por las arcas burguesas mientras que la recesión invernal, condena al proletario y su desvalorización como tal.
El invierno refleja la verdadera realidad del lugar, lo que sobra, los sobrantes.
Por lo tanto, lo que habrá de irrumpir en el escenario geselino no será una mayor cantidad de lumpenproletarios sino de lumpenaje como masividad aspirando a sobrevivir sujeto a la dádiva personal e institucional, y su continua precariedad.
Es por ello, entonces, que el planteo de lucha de clases será viable si primero, se recompone la descomposición social de Villa Gesell, del no ser un sobrante de la temporada y segundo, del ser conciente del papel histórico que le compete como clase a ese trabajador, sólo allí,  será posible tal comienzo.

Juan Oviedo

 

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