Ser romántico (última entrega)


Sabes que por los ojos se descubre al mundo

Aunque haya otro mundo

Tras esos ojos

Que son y pertenecen a

Los tuyos

Esos celestes ojos tuyos.


Azul celeste así son y serán

En el mundo que miras

Y en el que me encuentro

Pero al que no miras.


Y así debe ser

Porque siempre fue

Que las estrellas nacieron

Para ser miradas

Y no para mirar.


Entonces, ¿será que las estrellas

A tus ojos imitan?

Digo esto porque

Ellos no me miran.


Aunque a veces creo

Que son ojos

Por el mundo que vislumbro

Detrás de ellos.


¡Y de pronto, nuevamente estrellas!

Porque ese mundo

Deviene

Otra vez firmamento.


Así, entre mundo y firmamento

Sin ser de uno o ser de otro

Espero el milagro de ser visto

O recibir el fulgor

De tu azul celeste

Como estrellas o como ojos.


No importa como sea

Porque siempre

Más allá de que me mires o no

Por siempre habrás de ser

Celeste cielo con azules ojos.


Quizás de todas las formas de ser, el romántico sea, a modo de cierto planteo heideggeriano, quien ejerza su estar en-el-mundo una búsqueda de autenticidad al compás de su imaginación creadora, pues hallamos en el ser romántico la potencia creadora de lo idílico sin más, e instancia idealizante de todo ser humano.

Referirse al romanticismo es entrar en cierto umbral donde se delimita lo real y lo irreal, y ello es posible por esa condición creadora del cual es portador lo idílico, éste cincela la figura del ajeno ser en presencia agradable y placentera, se trata de una manifestación cargada de notas positivas, por el cual este ser romántico representa el modo más existencial de amor en la condición humana, al provocar una apertura en el mundo donde antes era algo cerrado, por el cual el mundo se humaniza ante la potencia idealizante al otro ser.

En la presente reflexión dejamos de lado la posición romántica como instancia contestataria a los abusos de la racionalidad moderna para centrarnos en la actividad interior y recreadora transitada por todo enamorada/o hacia a su otro amada/o, ensalzando momentos, construyendo utopías, instantes buscados del estado idílico y su consecuente resultado: la entrega voluntaria, el abandono del propio ser hacia el otro ser y la plenitud implicante de tal abandono.

Cuando decimos romántico señalamos un estado especial de ser, donde el ser ajeno es una idea antes que una realidad concreta por el ser pensado, el ser romantizado desde su condición de ser pensante produce una idealidad, tal es el significado de la potencia amorosa, ésta, cuan artista, ejerce su misión: su obra esta en idealizar al otro ser.

Así, en todo romántico, ese ser ideado lo irá también retroalimentando, e aquí el fetiche inspirador convertido en musa sugerente pincelando el bucólico escenario, por el cual al ejercerse el culto a su realidad amorosa, el mundo imaginado adquiere desde el horizonte de lo posible, su mayor condición: la apertura hacia ese que se idealiza.

Esto jaquea a la propia realidad pues la coloca en una liviandad cuasi contingente sin peso alguno, porque habrá de ser manipulada desde el ejercicio romántico, esa liviana realidad no puede competir con la inmensidad del universo cuántico, pues al ser abrazada por él, queda arrasada como tal donde el anhelo de poseer posiciona al ser anhelado como la suprema realidad.

Se entiende que toda idea implica un hiato entre el hecho y lo pensado, lo que es y el llegar a ser, aunque, ese llegar representado por lo pensado no significa una realidad a llegar sino de una realidad que ya es, pero desde la dimensión de lo ideal, por lo tanto, cuando señalamos a ese mundo intuido detrás de esos azules ojos, es porque ya es mundo y no mundo como llegar a ser, por ello existe ese anhelo por lo oculto, ese mundo existiendo detrás de ese azul, pergeñado desde el mirar emerge la belleza de esos azules ojos, y aquí nos topamos con una doble condición: el mirar de los azules ojos y el contemplarlos como mirar, por lo cual lo bello, no se encuentra en el mirar sino en quien mira, la belleza está en el ser que mira justificando así a lo bello esparcido en los azules ojos.

Entonces, lo ideal de todo espíritu romántico y su dosis de realidad en lo ideal es parte constitutiva de la apertura existencial del mundo y de lo real existiendo como idea, ésta no implica ningún punto de fuga del mundo sino que por tal idealización se constituye una nueva realidad, plasma el ajeno espacio del sujeto idealizado.

Donde tel vuelo ser posible por y desde la idea, fuente de extraordinaria potencia para transformar lo cotidiano y suspender las bases onticas de lo ordinario, del todo los días, de lo habitual, de la repetición y mudar en lo extraordinario, por el cual tal notable magia es posible por la plástica creadora subyacente en lo romántico.

Momento exclusivo de la emergencia de la palabra, pues el lenguaje no sólo informa acerca del mundo y de sus hechos sino también nos muestra lo que somos, nos rescata como hablantes en el mundo que habitamos, reflejando nuestro ser en el nombrar de las cosas, la metáfora fluye, la analogía brota, un discurso cariñoso nace, las cosas del mundo romantizado vuelven a ser nuevamente nombradas, la magia creadora de la palabra se halla al servicio de la cadena que significa el nuevo ser, eslabón del ser que mira y nombra las cosas del mundo habitando con el otro ser, se trata de esos dos seres en el nuevo mundo devenido uno.

Sí por la palabra definimos ella también nos define, nos muestra dónde estamos, como el embrujo de esa azul mirada, unida en el nombrar polisémico de bella, dulce, mujer, su nombre o su silencio que nombra y cabal representación del mundo renovado y encantado, por lo cual el símbolo y lo real, se plasma en idea que brota y asocia al nuevo horizonte, la nueva metáfora y el nombrar de nuevos sentidos.

Ahora ¿qué nos dice, qué se señala con estas frases?:


No importa como sea

Porque siempre

Más allá de que me mires o no

Por siempre habrás de ser

Celeste cielo con azules ojos.


Entonces, ¿qué significa todo eso, que ella no lo mira, que no sabe de la existencia de él, que lo importante no es lo factual sino lo eterno romantizado como idea?, esos y muchos sentidos más se le pueden agregar, pero no son el color de los ojos quien la patentiza a ella sino que es ella quien da vida al azul de esos ojos, se trata de ella idealizada desde la mirada romántica que la alude y la crea como belleza de azulada mirada, y es tan fuerte tal pensamiento que ni siquiera emerge la sospecha de encontrarnos frente a alguien muy distinto de lo ideado, pues en el fondo nada de eso importa, solo importa el alado vuelo de la idea que el corazón del romántico a sabido provocar.

Aunque, la belleza expire y el vuelo se extinga, el poema legítima desde el universo idílico, ese momento en el cual, ambos supimos existir: vos como verso, como poema, como belleza y yo, como poeta…….

Juan Oviedo