andar hasta poner en marcha la institucionalidad que nos acompaña desde un poco más de un cuarto de siglo y, sin dudas, será nuestra definitiva compañera de marcha.
Planteada en estos términos la cuestión, no importa demasiado la preferencia partidaria de cada uno ni su apreciación particular por cualquiera de los momentos vividos y las buenas disfrutadas o las malas padecidas.
Importa que todos juntos valoremos el hecho plausible de que aciertos y equivocaciones son tan nuestros como nosotros mismos y, a partir de ahí, buscar lo que cada uno imagine mejor para todos.
Lo cierto es que el 28 de este mes podremos decir qué queremos, cómo y cuanto nos place o disgusta la realidad contemporánea.
Esta página lo dice repetida y claramente, con la intención de invitar al pensamiento y la acción en función de cada idea.
La campaña electoral, lentamente, está comenzando a levantar presión como debe ser, porque no es un minué el que toca la orquesta ni somos carmelitas descalzas los que compartimos la casa.
Que hay de todo, no quedan dudas.
Que sería mejor más ideas y propuestas y menos descalificación del otro, también.
Pero es lo que hay, y nada en lo inmediato parece capaz de satisfacer las aspiraciones de todos.
No hay por qué asombrarse, porque si así fuera sería muy aburrido y, además, estaríamos desvirtuando la realidad social que se compone de intereses varios naturalmente contradictorios.
Así y todo, hay algunos lujos que no podemos darnos. Es una falta grave que por las elecciones no tengamos Gobierno, y no desde hoy a la mañana, (que ya sería mucho), sino desde largo.
Parece mentira que en medio de una crisis que comenzó primero en casa a la cual se le sumó luego la internacional se la trate desde el Poder con la indiferencia y la inacción paralizante que ha invadido tanto al Gobierno Nacional cuanto al de la Provincia.
Está claro que el Gobernador no gobierna. Porque su especial candidatura testimonial y eventual lo obliga a andar dando vueltas en aviones y helicópteros cuyo combustible paga el erario público, repartiendo cheques, anunciando promesas y esquivando frutos de las aves de corral, hecho este absolutamente repudiable.
El “no ex” presidente hace lo mismo, con el agravante de que en su caso no hay forma alguna de explicar que los equipos técnicos y humanos del Estado estén al servicio de un extraño que sólo puede justificar esta irregularidad con el liviano argumento de que duerme sobre el mismo colchón que la Presidenta de la República.
Peor aún es la inoperancia de sectores del Gobierno que ni siquiera participan de la campaña, sino que son parte funcional al proyecto de achatamiento de la sociedad, de su indiferencia y acostumbramiento a la mediocridad, como única manera de sostener un estado de cosas que sonambulice a la gente y haga posible la eventual, aunque improbable, continuidad.
Pensemos sólo en tres ministerios del Gobierno Nacional.
El de economía, a cargo de Carlos Rafael Fernández, el de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva cuyo titular es Lino Barañao y el de Educación, que ejerce Juan Carlos Tedesco.
Me arriesgo a decir que no le suenan los nombres.
En medio de una severa crisis económica, el de Economía no alumbra.
En medio de un Gobierno que se autocalifica de revolucionario, el del nombre más rimbombante es un jugador invisible.
Por fin el de educación mira sin ver y canta sin que se lo oiga.
Vale decir una vez más que no habrá mejor Gobierno que aquel cuyo Ministro de Educación sea el más prestigioso y el más conocido.
Es claro que para ello debe existir la decisión política de hacer de la escuela una cantera de ciudadanos cargados de conocimientos y valores que jamás podrán ser clientes del reparto infame del que primero genera la sed y luego llega con un vasito de agua.
Estos tres Ministerios son tres agujeros sin bordes.
Un agujero sin bordes, si nos proponemos imaginárnoslo, es exactamente nada.
Y la nada no puede llevarnos a buen puerto.
Quizás en pocos días seamos capaces de comenzar la reparación.
Sin venganzas, sin violencias.
Pero también sin debilidades ni amnesia.