El escritor y su laberinto

Juan Oviedo ha publicado nueve libros y son: El alma perdida de Gesell, Villa Gesell: fiesta, etnia y colectividad, Gesell y la experiencia del filosofar, No todo lo que reluce es oro, 1ra y 2da parte, Balneario rico pueblo pobre, Búzios y su última publicación El laberinto hacia Eros.

A lo largo de su obra, hubo versado acerca de Villa Gesell y de los restantes partidos de la costa atlántica bonaerense, de sus historias, contradicciones tal como sucede con la llamada temporada y el invierno y de las diferentes realidades que encarnan esas dos estaciones en las sociedades locales, con Búzios, incursiona con su primer ensayo fuera de habitual objetivo de análisis que son los partidos costeros, pero con El Laberinto hacia Eros, cambia el eje de su temática para ir a uno distinto y novedoso: el erotismo.

Pregunta: ¿De qué se trata “El laberinto hacia Eros”?
Respuesta: Si yo te dijera que desde el primer beso el divino Eros estaba presente y que hizo del hombre algo celeste, seguramente pensarás que exagero, pero no, no es así, por ese Eros la pasión vive y habita el mundo humano. Y de eso se trata el libro, de la unión de lo celeste y lo terreno y de la efímera condición de eso que no puede repetirse nunca.
Y el problema está allí, que el hombre se rebela a esa condición efímera del instante, del fulgor, de la dicha, del éxtasis e inventó un dogma destructivo del si amas, te casas.

P: ¿Qué hay de malo en ello, si todo el mundo cuando ama se casa?
R: Bueno, una cosa es el matrimonio y otra la pasión, ya sabemos que el matrimonio implica una serie de cuestiones o de funciones tales como la llamada esposa, esposo y también, los hijos y por ese todo llamado familia, pero aquí está la cuestión, Eros no es ni será jamás funcional a nada.

P: Entonces, El laberinto hacia Eros, ¿está en contra del matrimonio, la pareja, la familia?
R: El laberinto hacia Eros es cierta narración de cómo el hombre sumido por el fulgor del instante y de lo profundo de la pasión se inquieta ante una presencia que lo vulnera: la condición efímera de ese Eros. Lo que el hombre desea es que sea para siempre y eterno, de allí emerge la idea del amor eterno como sentido de pureza y profundidad, pero claro, eso es una abstracción, un deseo en todo caso, pero no una realidad como tal.
El matrimonio es un recurso para tratar de atrapar a Eros, y sin embargo, eso lo termina por disecar.

P: Es curioso porque tenes una apostura de cierto nihilismo respecto a la familia, eso por un lado y por el otro te estás metiendo con uno de los pilares de la cultura Occidental.
R: Es que el aspecto social de la familia es la parte visible de algo que se inicio en la esfera privada y que fue la pasión entre esos dos, por ello es que toda familia al ser funcional a la sociedad como cohesión, trasmisor de valores, adaptación social etc. emerge como mandando y parte integrante del propio mandato pero ojo, como digo en la contratapa del libro, la magia, los sueños y la creación y la misma poesía entre ellos habrá de desaparecer.
Mira, hay una suerte de tragedia en todo esto y es el resistir o no aceptar el hecho de que Eros se agota y se termina, donde los mandatos, las responsabilidades apuran su extinción.

P: Entonces, ¿qué queda de toda pasión?
R: Nada, porque todo lo que se vive se agota en la condición de su vivencia, por lo que vivir a Eros significa agotarlo, una advertencia, Eros no se halla en los dogmas, en las nupcias, en los contratos o en el durar.
P: Gracias Juan.
R: El agradecido soy yo.

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