Derecha e Izquierda, que de ellas se trata, nacieron en el salón de la Asamblea Nacional convocada por el monarca derrocado para definir la nueva organización del Estado. El clero y los poderosos se ubicaron a la derecha de Luis XIV en tanto los sectores populares lo hicieron a su izquierda.
Esta anécdota catastral dio origen a ambas estructuras de pensamiento, que han sido a lo largo del tiempo el campo de batalla intelectual y de las otras en todo el Mundo y en todas las circunstancias.
La guillotina cortó la cabeza del Rey, de su esposa María Antonieta y de tantos otros y a partir de allí monárquicos y jacobinos de toda laya anduvieron y andan blandiendo sus argumentos más filosos en favor de uno u otro lado.
Como la realidad es mucho más flexible que el lenguaje, hoy es posible plantear que uno y otro concepto, aunque gramaticalmente mantienen sus formas, en verdad identifican cosas distintas de las originales cuando no absolutamente contrapuestas con su sentido de nacimiento.
En tiempos de la dictadura militar que azotó a nuestro País del 76 al 83 la izquierda fue la excusa utilizada para justificar muertes, violaciones, robo de chicos y apropiamiento de bienes.
Tanto fue así que si la izquierda no hubiese existido, los militares la habrían inventado.
Hoy el turno es el de la derecha.
Nos ha tocado en suerte un tiempo en el que el oficialismo usa del fantasma de la derecha para esconder sus limitaciones intelectuales y operativas a la hora de gobernar con eficacia.
Igual que los militares de la dictadura con la izquierda, podríamos decir que si la derecha no existiera, los que hoy nos gobiernan la habrían inventado.
Es claro que el transcurso del tiempo, los acontecimientos de la historia lejana y reciente nos han enseñado a todos a distinguir sin demasiado esfuerzo qué y cómo es vestirse con un ropaje u otro y fácilmente darnos cuenta que y quién es cada cual, más allá de lo que se diga.
Es que lo que define posiciones no es el verso en el atril sino la realidad que resulta de cada cosa que se hace o deja de hacerse.
La pretensión adolescente de sembrar plantines setentistas en el terreno de hoy lleva inexorablemente al fracaso. Definitivamente no es de izquierdas un gobierno que pretende mantener bajos los índices de carencia y de pobreza con el artilugio de disfrazar los datos de la economía mentirosos del INDEC.
No lo es tampoco si la a diferencia entre los más ricos y los más pobres no deja de crecer.
No lo es si los servicios del Estado son cada día un poco peores y escuelas, hospitales, juzgados y seguridad muestran un deterioro creciente que naturalmente más afecta a los sectores más carenciados de la sociedad.
Mucho menos lo es si cada día se destapa una olla nueva que involucra a oficialismo y sus amigos complicados en negocios turbios siempre en perjuicio de los bienes públicos.
No lo es, por fin, si las conductas, los vestidos, los autos, los inmuebles, los perfumes y los maquillajes pondrían colorados a la derecha más recalcitrante.
En medio de esta confusión, la realidad siempre implacable está empezando a mostrar sus aristas más filosas de la que todos deberemos hacernos cargo para evitar males mayores.
No es este, aunque vale la aclaración antes de que nos etiqueten de oligarcas de derecha, un planteo destituyente.
Las Instituciones, los plazos de la Democracia y sus procedimientos de recambio, que no son ni de izquierda ni de derecha deberán ser celosamente respetados.
Sólo hay que avisar, quizás porque el ahora denunciante del abuelo usurero, (y el padre también) del ex presidente Kirchner, Luis D Élía, nos dijo que “el que avisa no traiciona”.
Aunque ya ha pasado el tiempo, vale recordar aquella mesa de Mirta Legrand en que la conductora de televisión hizo la inocentada de preguntar si se venía el “zurdaje”.
Qué zurdaje había de venir si sus interlocutores eran el matrimonio Kirchner, Daniel Scioli y Karina Rabollini.
El motonauta y niño bien y señora jamás podrían ser de izquierda.
Menos han de serlo el matrimonio dueño de 3 decenas de propiedades, (ninguna en la villa 31) y cuantiosos fondos en dólares y pesos invertidos con rentas inexplicables en distintas plazas financieras del Mundo.
No le va al “zurdaje” la compra de 2 millones de dólares con la misma naturalidad que una señora de acá a la vuelta compra medio kilo de flautitas.
Quizás haya llegado el tiempo de empezar a pensar que izquierda y derecha son categorías secundarias y que lo que puede lucir como progresista, para usar un término agradable a los oídos de estos turnos, es ser austeros, eficaces y honestos en el manejo de la cosa pública.
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