La jornada del último miércoles fue en verdad un caudaloso río de fuentes de comentarios.
Por la mañana, la Justicia asestó el golpe que puso el punto final al intento salvaje de apropiamiento de fondos del Banco Central para pagar la fiesta oficial imaginada en función de las aspiraciones continuistas más allá del 2011.
La Cámara de Apelaciones desechó el recurso del Gobierno y ya se encargará el Poder Legislativo de borrar del escenario el DNU que salvará la friolera de 6.569 millones de dólares que de otra forma hubieran ido a parar a la billetera oficial para hacer con ellos lo que saben pero no deben.
Esa misma mañana grupos de desocupados que tienen la pésima idea de no ser serviles al Poder se instalaron en plena 9 de Julio para reclamar que no se les exija el chantaje de sumarse al coro de aplaudidores a cambio de una tarjeta que los incluya en alguno de los planes sociales.
Ese mismo mediodía en la Quinta de Olivos la Presidenta organizó un encuentro con algo menos de un centenar de industriales para decirles lo bien que anda todo e invitarlos a sumarse a las mieles de su gestión de gobierno.
Ni el tono esforzadamente amable, ni las cifras proyectadas en la pantalla, ni la entrada de ensalada de rúcula y salmón, ni el posterior peceto al Malbec ni el flan de maracuyá alcanzaron para convencer al auditorio.
Hubo sí, como siempre los hay, los que rápidamente se lucen seguramente para agradecer algo que ya vino o anticipar algo que vendrá.
De los siete empresarios que se atrevieron a decir algo, dos usaron su labia para piropear a la anfitriona.
Uno, de apellido Romero, (conocido de algún conocido por nosotros), felicitó a la Presidenta por la seguridad jurídica imperante.
Cabe consignar que el hombre es titular de Hidrovías, a la que acaban de prorrogarle la concesión, que finaliza en 2013, por 8 años más.
El otro, Alfredo Román, del área del transporte, destacó que esta Presidenta haya sacado a la Argentina de la decadencia.
Ese mismo día y prácticamente a la misma hora, para que unos y otros sintieran que efectivamente ese era un día de miércoles, la oposición en el Senado fracasó en su intento de designar las Comisiones del Cuerpo ante el retiro del bloque oficialista que dejó sin quórum la reunión.
El Senado se compone de 72 miembros, por lo que el quórum y la mayoría requiere de 37 miembros presentes.
Los bloques no oficialistas anticiparon desde días antes que contaban con ese número y hasta dijeron tener un acta firmada por cada uno de esos 37 Senadores.
El oficialismo tiene 32 propios y 3 socios, con lo que totaliza 35.
Una vez elegido el Presidente Provisional y los dos Vice Presidentes, todos ellos por unanimidad, los miembros del bloque kirchneristas se levantaron y se fueron ante la certeza de que la ausencia de uno de los opositores impedía continuar con el trámite acordado porque no había quórum.
El gran ausente fue el ex – Presidente y hoy Senador por la Rioja Carlos Saúl Menem.
La banca vacía da lugar a mil interpretaciones, pero más allá de ellas, lo cierto es que el amigo de ayer, el enemigo de antes de ayer resultó ser el socio de hoy.
Es una aventura anticipar si la jugada fue apenas una expresión de vedetismo tardío, una conjura contra unos y a favor de otros o un arreglo con otros a favor de unos.
Lo cierto es que da tristeza ver que se juegue con tanta ligereza en los más altos niveles de conducción.
Porque no está bien que el oficialismo incumpla la palabra empeñada de respetar la realidad que indica que el dominio en la Legislatura se les ha escapado como el agua entre las manos.
Pero lo mismo le cabe a la oposición que durante días blandió el fantasma de un acta firmada cuya existencia resultó ser una mentira.
Para terminar la jornada, el jefe político de la Presidenta reapareció en La Plata con sus mismas alucinaciones de amenazas destituyentes y maniobras conspirativas.
Otra vez mostró lo que ya nadie duda.
La esencia autoritaria y conservadora constituyen su ADN y por si alguna duda quedaba, la misma cicatriz, del mismo tamaño y del mismo lado, la derecha, lo hermana con su antecesor y maestro absolutamente aunque se esfuercen por querer mostrarse diferentes.
No es lo que corresponde, pero ante semejante escenario, a veces dan ganas de cambiar de canal para descansar viendo a Ricardo Fort, la Escudero y Alé jugando su triángulo, o a Amalia Granata, Vanucchi y el Ogro Fabiani actuando el suyo, o a Moria, Carmen Barbieri o Pamela David, esa que tiene lo que Fort no, como para tomar un poco de aire viciado sólo de la contaminación de la farándula.
Al menos ellos saben que son faranduleros, viven de ella y las consecuencias de sus desencuentros no tienen demasiado que ver con el destino de la República.
Los otros, por el contrario, no tienen derecho a la farandulización, porque de sus aciertos y de sus errores todos somos voluntarios o involuntarios protagonistas