Así las cosas, es absolutamente normal que una gestión de gobierno termine a su turno, porque cualquier experiencia de este tipo, más allá de la valoración que pueda hacerse de ella, trae consigo su último día desde el mismísimo primero.
Las subjetividades, que son propias de la condición humana, pueden hacer que alguno prefiera que el final se adelante o se atrase, pero lo que jamás puede pasar es que el destino finito del hombre pueda cambiarse por la eternidad.
A los fines del ordenamiento de la sociedad, las Leyes se encargan de fijar límites y procedimientos que deben ser celosamente cumplidos por todos, para garantizar la convivencia en la diversidad.
Los últimos acontecimientos a que hemos asistido en el País, (aclarando que esta nota está siendo escrita el jueves a las 16,30 horas, porque la insanía tiene una velocidad vertiginosa que puede sacar de la cancha al más previsor), muestran un extraño tufo autodestituyente que prácticamente no es posible encontrar en ningún momento anterior de nuestra Historia.
No es fácil entender cómo y por qué nos vemos sometidos a estas escenas patéticas de desencuentros y sinrazones cuando en verdad cualquiera que desempeñe un cargo oficial, si quiere ocupar su tiempo, le bastaría con dar una vuelta a la manzana para encontrarse con las mil y una dificultades que azotan a los ciudadanos de toda edad y condición, y mucho más a los que menos tienen.
Precisamente esas situaciones de angustia han provocado un descreimiento de la gente en la Política, no obstante lo cual de a poco pareció que ésta comenzaba a recuperar su lugar para ser, como debería, la herramienta capaz de transformar la sociedad y mejorar la condición de vida de la población.
Los últimos actos la han golpeado feo y es de desear que prive la razón para que no retrocedamos en la escarpada cuesta que venimos transitando desde 1983.
Ocurre que el Gobierno se resiste a comprender que el 28 de junio del año pasado las urnas les fueron esquivas y por eso, sólo y simplemente por eso, la fiesta terminó.
Es aquí donde colisiona la formación política del matrimonio dominante y de su menguado círculo de acompañantes.
Como toda fuerza en retirada, sentimientos, gestos, vocabulario y ademanes se tornan cada día más guarangos.
Resulta entonces casi previsible que en su discurso ante la Asamblea Legislativa la Presidenta adopte un tono nervioso y admonitorio, que más recuerda a un cabo de regimiento que a un Primer Magistrado de un País democrático.
Si fuera sólo la forma, la mirada, la disfonía no de origen orgánico sino sicológico, nada sería demasiado grave.
Lo malo es que esa ceremonia naturalmente solemne tanto por el escenario cuanto por la audiencia, fue utilizada para descalificar a los dos poderes del Estado que no le son propios.
El Legislativo fue informado de la travesura del uso ilegal de los fondos del Banco Central en simultáneo con la ejecución de la maniobra.
La Justicia fue denigrada al denunciar en abstracto que los Jueces tienen tarifada las excarcelaciones.
Deben evitarse las exageraciones pero resulta inevitable pensar si también estarán tarifados los pases a archivo de los expedientes que estudian el enriquecimiento de los funcionarios o la no apelación a que están obligados los fiscales.
Las Cámaras de Senadores y de Diputados han pasado a ser el depósito de las esperanzas de la contención y el sano juicio.
Los que ahora allí están es porque los eligió la gente, y como tal deberán ser respetados en sus funciones.
Cuesta creer que algo tan sencillo no se entienda.
Deberán ser ellos, Senadores y Diputados, los que nos protejan de la maniobra victimizante que se está urdiendo para provocar una auto destitución.
Este Gobierno no parece estar dispuesto a irse por el pasillo alfombrado y la puerta grande de salida luego de entregar los atributos de mando a quien legítimamente venga a remplazarlo.
Son como el gordito dueño de la pelota, que si no juega se la lleva.
Será necesario que la oposición, ese “rejuntado” despectivamente descalificado por la Presidenta, actúe a la altura de las circunstancias.
Deberán para ello sumar a su propia responsabilidad la que no tienen los que gobiernan.
Quizá la hasta ahora mayor expresión del descontrol que domina al oficialismo haya sido la referencia que la Presidenta hiciera de la Jueza que desconoció el valor del DNU 298 e impidió de esta forma el uso de reservas para el pago de deudas del Estado con acreedores privados.
Esa Jueza, Claudia Rodríguez Vidal, fue denunciada desde el estrado oficial por ser la pareja de un Juez.
Hasta Jorge Rial, que vive de eso, se habrá puesto colorado.
Tufo, que viene del griego “tipos”, es una emanación gaseosa desagradable producto de alguna fermentación.
Hay aquí un claro tufo autodestituyente.
Alertarlo responde a la obligación cívica de cerrar el atajo de escape y garantizar el retiro ordenado y ajustado a Derecho.
A la realidad virtual del votox, las siliconas, las extensiones, las pilchas de alta gama y demás retoques, hay que frenarla con la realidad del Orden, la Autoridad y el funcionamiento pleno de los poderes de la Democracia.
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