comportamientos propios de los análisis de las Ciencias blandas.
Pero quizás para su propia protección, sabedora de que es el ser humano su protagonista, ella misma prefirió que la última escena esté sometida a la dureza insobornable de las Matemáticas.
Entonces sucede que si no hay número que sustente las razones, no hay razón. Y está bien que así sea, para evitar desbordes autoritarios que vulneren los procesos institucionales.
Casi resulta ocioso y seguramente aburrido repetir comentarios sobre las conductas oficiales que no parecen tener límite en su desbarranque intelectual.
Si la Presidenta de la República lee el documento de la cabeza del Poder Judicial que con absoluta seriedad reclama “mesura” y ella dice entender que están hablando de censura, estamos al horno.
¿Qué se le pasará por la imaginación si lee en un documento alguna referencia a un hijo “putativo”?
Y pensar que antes de viajar a Santa Cruz a hacer plata con los castigados por la 1050 de Martínez de Hoz y otras yerbas inmobiliarias y rentísticas estudió abogacía en la UNLP.
Después de 6 años y pico de ejercicio del poder por el matrimonio, ya estamos más que dotados de elementos de juicio para saber lo que dan y lo que puede esperarse de ellos.
Es cierto que muestran una sorprendente capacidad de superación de sí mismos en esto de jugar al tío Patilludo con la billetera oficial.
Las esperanzas del cambio, que no podemos ni debemos abandonar, se debilitan cuando miramos a la vereda de enfrente.
Como un renacer de los tiempos idos de las familias patricias, todos se muestran luciendo doble apellido.
Antes eran los Bedoya Hueyo, los Barón Visa, los Menéndez Behety, los Álzaga Unzué y, si cabe la broma, hasta los Inodoro Bidé.
Algo parecido, pero en realidad peor nos está ocurriendo.
Es que la lista de los tantos que legítimamente se anotan en la carrera de la elección que viene, han optado por sumar otro apellido al propio.
Lo malo es que ese segundo apellido es el mismo.
Así figura Julio Cleto Cobos Dosmilonce, Carlos Reutemann Dosmilonce, Elisa Carrió Dosmilonce, Felipe Solá Dosmilonce, Gerardo Morales Dosmilonce, Hermes Binner Dosmilonce y siguen las firmas.
Ese segundo apellido obnubila las mentes y llena las cabezas de cálculos y especulaciones que, en definitiva, debilitan el accionar de la Política y la sacan del escenario en que debería estar inmersa.
La sociedad tiene entonces derecho a sentirse defraudada y distante de esa especie de “polka de la silla” en que se ha transformado el recinto del Senado de la Nación.
Y en el espadeo con floretes verbales, cada uno lastima al otro creyendo que avanza cuando en verdad se está lastimando a sí mismo.
Mientras, llenar el tanque de nafta es caro por el precio y difícil por la falta, ir a la carnicería se ha transformado en una carnicería para el monedero de las señoras, la inflación es la reina de las góndolas, nos apabullan con el éxito de que las clases comenzaron el día previsto como si fuera un descubrimiento digno del Nobel.
Nadie, ni de casualidad, dice una sola palabra sobre Educación.
Se habla sólo de sueldos, reescalafonamientos y cambio de algunos vidrios, (no todos), en algunas escuelas, (no todas).
Los que gobiernan bailan su música y los “dosmiloncistas” la suya.
La gente mientras tanto, se siente ajena a la ceremonia y espera una luz que ilumine otras cosas que son las que hacen falta todos los días y acá nomás, cerca de la casa de cada uno.
Trabajo seguro, precios accesibles, tranquilidad en las calles, salud en los hospitales, Educación en las escuelas…
Dejen el “dosmilonce” para después, que sólo va a venir.
El que mejor y antes lo haga, será depositario de la confianza hoy convaleciente.
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