y no otra cosa que el caos puede ser el resultado de tanto entusiasmo disfrazado de progresismo.
Posiblemente como nunca antes, (lo que no significa que la marca no habrá de ser superada), la escena de desorden social se mostró íntegra y sin retoques, tanto como para comprender, si alguna duda quedaba, que estamos inmersos en un proceso acelerado de descomposición social que aflige.
En medio de tanto alboroto comienzan a aparecer las primeras contradicciones, que anuncian borrasca.
Por eso el Jefe de Gabinete, ese que se ufanó de anunciar que jamás sería judicializada la protesta social, se apresuró a denunciar penalmente a los miembros de “Barrios de Pié”, agrupación ahora enemiga del oficialismo que anticipó su protesta.
Nada le pasó, por supuesto, al hijo de Moyano, que hizo de las suyas con la impunidad que le da su condición de ser “nene de papá”.
En este marco vertiginoso hay que admitir que la oposición no acierta a unificar conductas y propuestas y el oficialismo, que de la mano de su Jefe hizo primaria y secundaria en Río Gallegos, su terciaria en Santa Cruz y hace hoy su maestría en la Capital, avanza con toda su audacia descontrolada sin que le importen formas ni ritos.
Debe aceptarse, no para resignarse pero sí para despertar, que el Ejecutivo va por el ascensor en tanto el Legislativo sube por la escalera.
La Ley de matrimonio entre personas del mismo sexo es un buen ejemplo para demostrar que y cuánto nos falta si queremos vivir en una República en serio, que deje atrás dogmas y antigüedades.
Su aprobación en Diputados fue un pasito adelante que difícilmente pueda redondearse cuando caiga en manos de los Senadores.
Y es ahí donde surgen elementos de análisis que no parecen ocupar la imaginación de la dirigencia.
El mejor homenaje a los 200 años de la Patria sería que alguien se ponga a pensar sobre cuestiones de fondo que hacen a la democratización en serio de la Democracia.
Debería ser hora de que políticos e intelectuales comenzaran a analizar si la metodología actual de sanción de las leyes no debe ser revisada para salvarla de deformaciones que conviven por acostumbramiento y sólo sirven para atrasar cuando no para impedir la marcha hacia delante.
La Constitución establece la obligación de la aprobación de las Cámaras de Senadores y Diputados para la sanción de las leyes.
Este hecho, que a primera vista parece impecable, encierra en sí mismo una evidente interferencia en la práctica concreta de la Democracia.
Ocurre que la Cámara de Diputados representa al pueblo de la República y es por ello que el número de Diputados por Provincia varía según su número de habitantes. La de Senadores, por su lado, representa a las Provincias, y por ello es que cada una, la más grande o la más chica, tiene tres Senadores cada una.
La primera tiene su base de representación en la ciudadanía, en tanto la segunda la tiene en el principio federal que fija la Constitución en su Art. 1º.
Por qué no pensar entonces que la Cámara de Senadores debe participar en el tratamiento de leyes que tengan que ver con las relaciones Inter provinciales, en asuntos vinculados a relaciones internacionales, en defensa del ecosistema, en problemas regionales, en potenciales conflictos institucionales intra o entre Provincias, en enfrentamientos bélicos, en la participación y la toma de posición del País en organismos internacionales.
El matrimonio entre personas del mismo sexo, para hablar de un tema concreto y actual, no debería ser abordado por un cuerpo que tenga desde una conformación menor la capacidad de frenar una idea que la mayoría popular ya ha aprobado en la Cámara que la representa.
¿Qué puede tener que ver el matrimonio homosexual con el Federalismo?
¿Por qué puede una Cámara desequilibrada en su representación popular determinar que es mejor un chico tirado en la calle que cuidado por dos personas del sexo que sean?
Durante el Gobierno del Dr. Alfonsín se creó el Consejo para la consolidación democrática, que reunió a un grupo calificado de personas dedicadas a analizar los cambios necesarios para acompañar el devenir de las cosas nuevas y desechar las antiguas.
Difícilmente se pueda esperar de este turno algo parecido, porque estamos comparando, desde lo político y lo intelectual, espigas con malezas.
Por eso sería interesante que desde la oposición, toda ella, con sus coincidencias y sus discrepancias, se comenzara a plasmar una forma de funcionamiento que corte las cadenas conservadoras que este grupo custodia con su ideología pretoriana.
Si nadie empieza, la escena dantesca del miércoles pasará a ser la de todos los miércoles, la de todos los jueves, la de todos los viernes y la de todos los días.
Algunos ya no estaremos para sufrirlas en su máxima expresión, pero sí estarán nuestros hijos y nietos.
Aunque sea por eso, vale la pena comenzar a andar el camino de las utopías, esas que han hecho posible que los sueños se transformen en realidad…
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