y también a los de la mayoría de la gente, que claramente lo expresó la última vez que pudo hacerlo en las urnas. Cabe consignar antes que nada que es absolutamente válida una actitud como la otra, porque ambos, Gobierno y ciudadanía, tienen idéntico derecho a decir, hacer y pensar con libertad y mutuo respeto.
Hoy por hoy, parece que quienes aspiran a iniciar o continuar sus carreras políticas están lanzados a una desesperada maratón que gasta todos sus ingenios y sus potencias en la construcción de las candidaturas para el 2011.
Nadie, al menos públicamente, parece ocupado en definir un Estado que atienda a un modelo de País que debería pretender ser distinto del que hoy nos toca.
Desde que en la post guerra de 1945 comenzara a hablarse del “estado de Bienestar”, (“welfare state” en su idioma original), comenzó el tiempo en que debe ser el Estado el que tenga el poder de intervenir en la economía y en los procesos de construcción social para garantizar a todos la atención y provisión de elementos adecuados que garanticen una vida digna.
Como siempre ocurre en Política, las mismas cosas dichas por distintas voces dan lugar a interpretaciones disímiles de las que cada uno se apropia o despoja según sus propios intereses.
En Argentina esa concepción del Estado impone la necesidad de atender la emergencia que nos acompaña desde largo.
Y está bien que así sea, porque quién sino el Estado debe proveer a la atención de los requerimientos básicos de inmensos sectores sociales carentes de los recursos indispensables para vivir con una mínima cuota de dignidad siquiera.
Lo malo es que por lo que se ve, se oye y se lee, nadie parece demasiado interesado en procurar salir de la emergencia para edificar una sociedad con bases sólidas que atraiga inversiones, produzca riqueza y asegure su justa distribución.
Por el contrario, acá se opta por la preferencia de mantener la situación de crisis para compeler al seguimiento mediante el clientelismo populista.
Esta maravilla de la comunicación que es Internet permite la circulación de mensajes que dicen verdades anónimas que cobran valor cuando uno los lee a la luz de la realidad de todos los días.
Así anda uno que a modo de caricatura mitad ironía y mitad verdad explica como vive el supuesto firmante.
El protagonista dice tener 5 hijos, por los que cobra a razón de $ 180,00 cada uno, $ 900,00; agrega $ 1.000,00 de un puesto en una cooperativa del plan”Argentina Trabaja”, (aclara que no hace nada), le suma los $ 150,00 que por el “Plan Trabajar” perciben su esposa, su suegro y su suegra, que viven juntos.
Vive en una casa usurpada, está enganchado a la electricidad y la televisión por cable, no paga impuestos y dos veces al mes retira una bolsa de alimentos de la Municipalidad.
Completa diciendo que todas las semanas “hago una changa con el puntero peronista que me lleva a los actos con lo que me aseguro el choripán y unos $ 120,00 por cada excursión”.
Puede no ser este relato exacto pero no está lejos de la realidad sobre todo del conurbano.
La cuestión es saber hasta cuándo será posible mantener este sistema que crece exponencialmente sin que nadie se atreva a ponerlo en la mesa de debate antes de que los fondos se terminen y sea definitivamente tarde.
La emergencia, repetimos, tiene que ser atendida.
Pero simultáneamente debe iniciarse un proceso serio de análisis que dibuje un modelo de Estado Democrático que ponga en marcha un sistema serio que genere riqueza genuina y asegure su justa distribución.
Los que se sientan candidatos, que sigan con sus zapatos de clavos corriendo la maratón que los lleve a las urnas.
Lo que debería ocurrir es que junto con esto, aparecieran grupos de intelectuales, dirigentes sociales y científicos que fuera de la competencia de superficie, se dedicaran a imaginar formas de transformación que comiencen a ponerle freno a esta carrera que inevitablemente nos lleva al precipicio.
Que unos se dediquen a la elección que viene.
Que otros, con más tiempo, más formación y menos urgencia, se dediquen a la generación que viene.
Muchos no estaremos para verlo, pero luego de más de 26 años de la restauración democrática, debería ser la hora de alzar la mirada buscando el horizonte del bienestar general.
Así empezaríamos a salir del pantano …
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