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23/07/2010 - OPINION - Por Héctor Ricardo Olivera

La franqueza de Franco

La columna de opinión de Héctor Ricardo Olivera
Según el diccionario, “franco” viene del alemán “Frank” y significa, entre múltiples acepciones: sencillo, sincero, ingenuo y leal en su trato; liberal, dadivoso, bizarro y elegante.
No es esta columna una expresión de análisis lingüístico, (mal podría serlo por manifiesta incapacidad del autor), sino que la aparición de la palabreja obedece a la observación del escenario político de estos días.

Es que un “franco” ha ocupado el centro de la escena para sorpresa de muchos y ratificación de sus cualidades para otros no tantos.

Este “franco” tiene apellido.

Es Macri, el veterano empresario que llegó a estas latitudes cuando tenía sólo 18 años junto con sus hermanos menores y sin conocer el idioma español.

Comenzó a trabajar en un obrador independiente y en 1951 fundó una empresa dedicada a la construcción que se transformó en lo que hoy es Ideco Americana.

Desde entonces y merced a su innegable capacidad de gestión se transformó en un empresario de fuste que supo evolucionar al amparo de negocios con los gobiernos de turno.

Nunca pareció importarle demasiado el color de la camiseta de sus clientes y hasta sería aventurado adjudicarle preferencia por el verde oliva, aunque cuesta olvidar su cercanía y beneficio en aquella operación de transferencia de la deuda privada a las arcas públicas ejecutada por Cavallo en tiempos de la dictadura.

Por su formación, por su sentido de la vida y por su impresionante diversificación empresarial, no hay dudas de que se trata de un magnífico exponente de la fauna capitalista, neoliberal y arquetipo de lo que se denuncia enfáticamente como la concentración de la riqueza.

Todo esto lo ubica, si las palabras tuvieran algo que ver con los hechos, en la vereda de enfrente de esta gestión que desde el 2003, primero con él y ahora con ella, hicieron de la declamación contra la voracidad empresarial privada una cruzada.

Como nada es cierto fuera de la realidad, estamos ante otra clara muestra de la esencia coincidente de los iguales en los hechos que se empeñan en proclamarse distintos en los dichos.

No es verdad que la lucha sea contra los grupos que concentran la riqueza.

La lucha es para reemplazar en todo caso a los que puede haber y no son amigos por otros iguales o peores, pero salidos del círculo íntimo.

Algunos ya han mostrado que son más rápidos que el mismísimo Franco Macri, porque empezaron recién y ya están haciendo cima.

Lázaro Báez era un humilde ciudadano de Santa Cruz, Rudi Ulloa era canillita y luego cadete del estudio de los Kirchner, los muchachos de Electromecánica vendían tomacorrientes y lamparitas.

La incorporación al sistema ha sido puesta de manifiesto por el mismísimo don Franco, que en un acto de auténtica franqueza ha dicho que votará por Néstor y no por Mauricio y que pondría sus manos en el fuego para certificar que nada tiene que ver el Gobierno en este asunto del procesamiento del Jefe de Gobierno porteño.

Si el elogio viene de un empresario de tan larga trayectoria y nadie lo rechaza, es porque la asociación está consolidada.

Es que a la hora del pragmatismo del poder nada importa y la memoria tiene necesariamente que ser frágil hasta el extremo.

¿Quién va a acordarse ahora que se murió Juan Carlos Rousellot, que cuando fue echado de la Intendencia de Morón fue por un negociado con una obra de cloacas con una de las empresas de este mismo Franco Macri?

El romance con Macri es el mismo que hace posible aliarse con Menem para asegurarse una mano alzada más o una banca llena menos, según lo que haga falta, en el Senado de la Nación.

Estas alianzas tejidas al amparo de la marcha azarosa de una oposición que no encuentra el rumbo nos puede llevar a mal puerto.

Para colmo, la escena sabia e inescrupulosamente montada, nos atosiga con discusiones secundarias que como un banco de niebla nos distrae de lo importante.

Ahora el asunto es saber si sigue Maradona o si un Ministerio puede legalizar la interrupción del embarazo sin necesidad de dictar una ley que lo determine, como debería ser.

No desatendamos la franqueza del compañero Franco, así advertimos que el tiempo corre y hay que apurarse en la construcción de una alternativa seria y experimentada , que sepa y quiera enderezar la marcha antes que pisemos el barro de la banquina.

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