Pero decir socialismo quizás no implique considerar al país como algo homogéneo en el sentido de un compartir ideológico en la misma dirección por todas las conciencia cubanas, por el contrario, podríamos señalar tres matices bien delimitados y que son: aquellos que hicieron la revolución, los hijo de aquellos que la hicieron y fueron educados bajo ella y una actual tercera generación, mucho más distante del significado ideológico revolucionario.
Como colorario, podemos señalar tres condiciones: las que pivotan en el creer de los postulados ideológicos revolucionarios, otros más escépticos y por último, los resignados, no obstante, apreciamos algo importante y que debemos señalar, todos cumplen un rol asignado, como de hecho se nota en la cadena de servicios de la industria sin chimenea del turismo en la economía cubana. El jardinero, el de seguridad, el mozo, la mucama, los que conforman los equipos recreativos, todos ellos más allá de lo que puedan creer en su interioridad, ejercen su función con la mayor competencia posible, como también que la jerarquía del rol no se la traslada al plano personal de creerse mejor que el otro, sino que se trata de una función distinta, pivotando en la capacidad individual y condición a examinar, cuando se deba competir con otros postulantes en la bolsa de empleo que el estado cubano dispone ante la emergencia de nuevas vacantes.
Un estado que busca por todos los medios garantizar tres postulados básicos: que todos coman, que todos accedan a la educación y todos gocen de atención a sus dolencias, eso es el imperativo emergente del compromiso estatal, porque la revolución como momento armado dio lugar al sistema socialista que el gobierno cubano hoy día ejerce.
¿Es la sociedad cubana un reflejo del paraíso natural de la isla?, no, no lo es, porque en cuba no sobra nada, escasea, de la otrora condición de la materia prima del azúcar hoy queda poco y nada, con un poco de níquel en sus entrañas y la explotación de sus plantaciones de tabaco, Cuba se vio en la necesidad -caído el bloque soviético-, a generar nuevos recursos para provocar puestos de trabajo, y emergencia del turismo en los años noventa con los complejos hoteleros tras acuerdos con empresarios españoles.
Y para finalizar esta primera reflexión me gustaría comentar el siguiente episodio.
Baje a desayunar al salón del hotel con dos libros de mi autoría, al mozo que nos atendía le llamó la atención y me hubo de preguntar qué leía, grande fue su sorpresa cuando le dije que era el autor de esos dos libros, ¿saben lo que expreso? -que era el primer escritor que él conocía-, lo dijo con respeto, con reconocimiento porque él era lector y estaba orgulloso de ello.
Abel se llama este amigo cubano, e inmediatamente pensé en la distancia que existe entre quien lee y quien no, pues el ignorante por ignorar, no puede reconocer ni tampoco respetar. Y salte a Villa Gesell, ciudad de olvido e indiferencia hacia la letra, al autor, al creador, algo que la refleja como sociedad.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias