Este Parque Central, aparte de ser una típica plaza para sacarse fotos, sentarse, descansar o pasar el tiempo, cuenta con una peculiaridad, la de ser un lugar de discusiones apasionadas respecto a la revolución y fuente de debate político que nos hizo recordar al Ágora, término que designaba en la Antigua Grecia a la plaza pública de las polis como espacios abiertos para la discusiones políticas y la vida social de los griegos.
Fue en el mencionado parque que se me hubo de acercar una persona ofreciéndome el periódico Granma, semanario de Cuba y de América latina y al que había adquirido un poco antes, después de mi negativa el hombre me preguntó por mi nacionalidad y al responderle me dijo que “el pensamiento del Che no había durado mucho en Cuba” A lo que respondí que quizás no fuera revolucionario.
Él era revolucionario porque tenia la idea de hacer la guerrilla pero sólo eso –me contestó-
Y siguió ofreciendo el periódico a otros transeúntes, momento que aproveché para decirle que- a nadie la interesa la ideología, que había muerto- en relación al periódico que ofrecía.
Allí, entonces, mientras se levantaba del circunstancial descanso marchándose me repitió dos veces –no diga eso, no diga eso-
Lázaro es su nombre, esta es la foto de él, Salve Lázaro.
La ideología en cuba y la ideología que se ejerce en Villa Gesell, ¿implican una misma categoría?, no me refiero a contenidos, porque como es obvio no lo son sino desde esa condición de categoría en el sentido que configura formas de entender y de acceder a la realidad.
La ideología cubana y su pivotar en una estructura socialista nacieron de la contienda armada que dio como resultado a la revolución que supo generar una nueva categoría desconocida en ese país: lo colectivo, cuyas máximas implicaron alimentación, educación y un sistema hospitalario para todos, ese todos hoy presente como expresión de lo colectivo es sistema que despierta en los propios cubanos la experiencia de la participación a través de la palabra viva y también presente en la consulta popular de las autoridades cubanas cuando deben implementar acciones que tienen como destino a eso colectivo, e aquí la emergencia de la ideología como algo vivo, que nutre, estimula y excita.
Mientras que lo ejercido en Villa Gesell, emerge como discurso, como concepto particularizado y es ideología porque tergiversa y oculta lo real, al apelar a la palabra que contiende y se opone al otro. No hay un reconocimiento de lo común sino de una postura que niega a la postura ajena, tal como de hecho sucede con el oficialismo geselino al negar la realidad que no le favorece y la disfraza desde la simulación mediática de la propaganda resaltando su gestión, es decir, la particularidad. Tales ideologías nos muestran una como paradigma y la otra como tergiversación, cuyo trasfondo adquieren distintas significaciones pues la primera, como habíamos ya señalado, aporta a la conciencia elementos para organizar, entender y construir la realidad, mientras que la segunda, es la aplicación del status quo para mantener el privilegio surgido de la teoría de la representación, construcción burguesa por simulacro de participación y de voz, cuyos aparatos políticos se encargan de potenciar y así, perpetuar tal minoría justificada desde la cuantificación electoral.
Por ello una es vivificante y la otra disecación.
Juan Oviedo
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