p> Como el tiempo no es tan lejano, todos tenemos frescos en la memoria los anuncios de esa mágica palabrita que promovía la integración de sectores políticos desvinculados de los viejos vicios de la actividad sin que importara para ello el sentido original de pertenencia partidaria de quienes quisieran vivir la fascinación de pertenecer.
Quizás el ejemplo más completo y explícito de la táctica sea el segundo término de la fórmula presidencial que encabezó la actual Presidenta y se completó con una figura enrolada en el Radicalismo, en cuyo nombre había sido Gobernador de Mendoza, el Ing. Julio César Cleto Cobos.
Este es, posiblemente, el testimonio más contundente de la pretensión transversal pero no el único.
Hubo muchos, y algunos todavía quedan, que vienen de posiciones políticas e ideológicas alguna vez enfrentadas pero supuestamente dispuestas a sumarse a esa especie de “brochette político” que atraviesa componentes distintos que luego se cocinan todos juntos y en el mismo fuego.
Muchos de esos crédulos y también los ciudadanos en la última elección cambiaron el menú.
Naturalmente que esta actitud lejos está de ser la solución.
Porque en verdad, la “batalla de la transversalidad” ha sido ganada, al menos hasta hoy.
No es la transversalidad anunciada.
Por el contrario, es la peor de todas.
Porque la política está atravesada por un estilete que junta lo peor de cada uno y así es que los resultados están a la vista, cada día más lejos de la racionalidad y la convivencia democrática y cada día más cerca de la mezquindad y el ridículo.
Ambas Cámaras del Congreso de la Nación se han transformado en un ring vergonzante que no para de bajar escalones en la escalera del desprestigio.
En el Senado el triunfo electoral logrado por la gente ya ha sido definitivamente violado por el comportamiento de sus miembros.
El cachetazo de la señora Camaño al señor Kunkel casi ni es lo peor, porque el entorno disimula hasta la más grosera de todas las anécdotas.
Las acusaciones posiblemente reales pero de imposible comprobación, el vedettismo de unas, la mediocridad de otros, generan un clima de tristeza.
Como todos los viernes, la lista de ejemplos es más torrentosa que la garganta del Diablo en Iguazú.
La Presidenta que corre a visitar a la chiquita milagrosamente salvada del pozo en Florencio Varela pero se hace la distraída con la cantidad de chicos que se mueren de desnutrición a nivel del suelo en las Provincias del norte.
El Senador Morales denunciando un complot del Vicepresidente Cobos para sacarlo de la Presidencia del Bloque de Senadores radicales mientras el País es un incendio.
De los 72 Senadores del Cuerpo, 17 son, (si hoy no se corrió ninguno) radicales.
A quién le puede interesar seriamente quién está en el sillón con apoyabrazos o en la más modesta de todas las banquetas.
En Diputados hay también una maniobra que sólo puede interesarle a cuatro o cinco actores de una representación que seguramente no llenaría las dos primeras filas de una sala de teatro “under”.
Hoy nos enteramos que la Diputada Hotton pertenece al Partido “Valores para mi País” y que hay otros Partidos que se llaman ”Córdoba Ciudadana”, “Consenso Federal”,”Bloque Peronista”, “Somos Todos” o “Corriente de Pensamiento Federal”, entre otros.
Ninguno existía antes de las elecciones, razón por la que pueden tener sustento legal pero difícilmente tengan fundamentos legítimos.
Esta es hoy la maldita transversalidad.
Una corriente de egoísmos, especulaciones subalternas y cálculos que invitan a la indiferencia y al qué me importa.
Como otras veces, los argentinos deberemos echar mano de nuestras mejores virtudes para no caer en la trampa ni en las mentiras.
Y hablando de mentiras, no es posible omitir el recuerdo que da por tierra una queja falsa que hoy carga de dramatismo a los voceros oficiales.
La Presidenta actual no es la primera que gobernó sin presupuesto.
Ya le pasó a don Arturo Illia, que era de otra raza.
Ya lo hizo María Estela Martines, alias Isabelita, que además era peronista como la actual Jefa de Estado.
Y hasta podría decirse que era más peronista que ella, porque era la esposa del mismísimo General en tiempos en que se cantaba con fervor la marcha hoy disimuladamente olvidada.
Una sencilla modificación en el Reglamento interno de las Cámaras aseguraría la Paz.
Se deberían prohibir las trompadas y permitir sólo la agresión con ideas.
La convivencia estaría asegurada por escasez de municiones …
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