y a medida que me acercaba surgía una melodía conocida, se trataba de los acordes de un tango que comenzaban a esparcirse por el gran lobby.
Después de su ejecución intercambiamos unas palabras con la pianista y ella al saber de mi nacionalidad me confesó que ese tango en particular le resultaba difícil, pues lo estaba tocando sin partitura, de memoria. Se trataba de Adiós Nonino de Astor Piazzola, pero por tratarse de un desafío de vez en cuando acudía a él y tras ese pequeño intercambio me ofreció un segundo tango El día que me quieras de Carlos Gardel.
Tras la ejecución me comentaría que su hijo es de nacionalidad cubana pero su nieto es de nacionalidad argentina, pues ambos viven de la vecina localidad de Tandil y ella, hacía poco tiempo que había visitado el país. El nombre de esta artista cubana es Cecilia Ruiz. Momentos después le hube de obsequiar un libro de mi autoría Gesell y la experiencia del filosofar, y en correspondencia me obsequiará un CD de su autoría también y titulado Pensamiento, con 25 temas entre los cuales se encuentran Parole, parole, Crazy, Laura, Monalisa, Un Día de Domingo y los citados Adiós Nonino y El Día que me quieras.
Este simple hecho del intercambio nos señala la importancia material de la cultura allende a su condición simbólica, pues la idea sin plasmación no recala en la realidad y la cosa sin la su aspecto simbólico, reduce el hecho cultural a mero objeto.
Este reducir cultural a las cosas, a los objetos determina lo mediocre en toda cultura, así se instala una práctica burda, sin vuelo, pues la práctica cultural se torna mero entretenimiento y vaciamiento porque todo termina siendo cultura, cualquier trazo, estridencia, incoherencia léxica o voluntad de turno que deambula por las Casas de la Cultura en lugares como Villa Gesell se vuelve expresión estética, poética, composición y ejecución.
Este estado de cosas posiciona a la metonimia en consonancia a lo mágico y su práctica imitativa, porque tras las formas de la estridencia, del estúpido trazo cromático o del vacío de la letra, existe la creencia de lograr la condición de poeta, ensayista o músico, sin que medie sensibilidad alguna, ni estudios pertinentes y ni esfuerzo propio, ni prácticas posibles en busca de una capacitación, competencia, juicio y desarrollo en busca de una verdadera formación respecto a lo cultural.
Desde estos lugares prevalecen las idoneidades metonímicas y expresiones de agendas políticas donde se pone cualquier cosa que lleve el título de cultura, pero el artista ejerciendo su profesión y viviendo de ella, son condiciones alejada de la realidad estética de estos lugares y colorario suficiente para determinar el proceso de una cultura local.
Estamos ante las fuentes de un entretenimiento más y al despojar el simbolismo que debe aportar todo fenómeno cultural, se convierte ese entretener en algo cosificante, y oposición al verdadero sentido del ejercicio cultural.
Juan Oviedo
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