Esta distribución despareja de las fechas de los comicios podría ser, en términos teóricos, una expresión del Federalismo que habilita a cada Gobernador a convocar cuando mejor le plazca a sus ciudadanos.
En realidad, se trata de una mera especulación mezquina producto del cálculo que cada uno hace ya sea para evitar arrastres perjudiciales o para fortalecerse individualmente en el tablero mayor.
Lo cierto es que dadas las especiales circunstancias del año en curso, la más alta dirigencia política está enfrascada en naturales acciones de proselitismo en procura de seducir al electorado.
Es el tiempo, (en realidad debería serlo), en que cada uno expusiera sus posiciones diferentes respecto de los múltiples problemas que nos aquejan.
Es cierto que hay algunas notas claramente discordantes, pero si dejamos de lado la catarata de argumentos que sólo apuntan a desprestigiar al adversario y nos limitamos estrictamente a analizar propuestas concretas, el panorama se achica de manera singular.
Lo único que parece unir a la inmensa mayoría de dirigentes de primer nivel es que todas sus apariciones se hacen a la orilla del mar.
Y para ser más precisos, a la orilla de las arenas paquetas de Pinamar y Cariló o, en caso de pretenderse alguna masividad, se corren por un rato a Mar del Plata.
Al amparo del aire fresco, el clericó de champagne y el abrazo del sol, recitan las penurias de los que no tienen luz, de los que carecen de agua y cloacas, de los que se apretujan en trenes sucios y desvencijados.
Este estado vacacional altera el ángulo de la información.
Así ocurre que la noticia es el relato de un encarnizado partido de truco del Jefe de Gabinete en su carpa y no los recortes de su poder.
El Gobernador repite su estribillo de la lucha contra la inseguridad y en el mismo Pinamar vacían 4 casas en media hora.
Hasta el señor encargado de llevar el dinero para los gastos del viaje de la Presidenta al exterior cae en manos ligeras de dos moto chorros.
Mientras las playas albergan tantos discursos llenos de diagnósticos, los habitantes de Zárate que van a la Comisaría de esa Ciudad se encuentran a partir de las 10 de la noche con la puerta cerrada y un cartel que dice que hay que tocar timbre “por razones de seguridad”.
Realmente cuesta entender como no se dan cuenta que los que pueden ir a las playas son, mayoritariamente, el sector social que dispone de capacidades económicas e intelectuales como para definir su conducta en el cuarto oscuro sin necesidad de ver de cerca a los candidatos.
Los que sí los necesitan al lado suyo son los que nada tienen y aspiran a sentirse considerados ciudadanos de este Mundo.
Por ahora la mayoría de los aspirantes han elegido pontificar sobre la pobreza, la inseguridad, la deficiencia de los sistemas de educación y salud, la crisis energética y las mentiras de las estadísticas oficiales desde las playas.
Solo falta que aparezca Donald y su guitarra acompañando de fondo con “las olas y el viento”.
Y “sucundún, sucundún”.
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