tiene hoy por hoy una luz de ventaja en cuanto al dominio de la escena y la fijación de los temas de agenda.
En este marco, es evidente la intención de poblar las acciones del Gobierno y los grupos políticos que lo acompañan de un condimento mágico, sobrenatural y fantástico que encandile la razón y la obnubile de forma tal de ganar en el terreno místico y distraer en el campo de la ciencia y el razonamiento.
Por ello estamos asistiendo a un proceso de santificación del presidente muerto que hace que su nombre y su figura permanezcan en calles, avenidas y plazas.
Hasta un himno que dura 4 minutos y costó igual número de millones de pesos aparece mezclado con la fiesta popular del fútbol por televisión como parte de una empecinada campaña del culto a la personalidad propia de los autoritarismos.
Como los santos necesitan beatos, también se recurre a figuras hasta hoy olvidadas pero que se piensa pueden servir a la maniobra.
Seguramente muchos de los jóvenes que se identifican con “La Cámpora” no están demasiado informados de quien fue ese dirigente justicialista.
Héctor J. Cámpora nació en Mercedes, (Bs. As.) en 1909, miembro de una familia numerosa y de cómoda condición económica.
Intentó ingresar a Medicina en Rosario y como no pudo, estudió odontología en la Universidad Nacional de Córdoba.
Ya recibido se instaló en San Andrés de Giles, donde formó su familia con María Georgina Acevedo.
Fue Intendente, Concejal y Diputado Nacional siempre por el Peronismo.
De 1948 a 1952 presidió la Cámara de Diputados.
La Revolución Libertadora lo metió preso en Ushuaia de donde huyó con otros compañeros y se refugió en Chile.
Su trascendencia obedece a que en las elecciones del 11 de marzo de 1973, (cuando Miguel Ángel Tocci le ganó a Marino acá en Chascomús), fue electo Presidente de la República con el 49,5 % de los votos.
La fórmula radical Balbín-Gamond, que había obtenido algo más del 20 % desistió de la segunda vuelta.
El Gobierno de Cámpora liberó primero e indultó después a los presos políticos y de los otros que estaban en la cárcel de Caseros y a los 49 días de su asunción renunció para que, levantada la proscripción que pesaba sobre el General Perón, éste fuera elegido en compañía de su esposa, María Estela Martínez, con el 62 % de los votos.
La actual reivindicación de Cámpora deja fuera del cuaderno a su Vicepresidente, el dirigente conservador Vicente Solano Lima.
Solano Lima había nacido en San Nicolás el día de la primavera de 1901 y, como siempre, los conservadores no tienen demasiados pruritos para acercarse al peronismo ni éstos menos para recibirlos como buenos vecinos ideológicos.
No debe olvidarse que el Ministro de Bienestar Social designado por “el tío” Cámpora fue José López Rega, de nulas ideas de izquierda progresista.
Estos datos para refrescar la memoria no pretenden cargar sobre el entusiasmo fervoroso de los chicos y chicas que cada día ocupan más espacio en el actual esquema de poder.
Solo haría falta que ellos u otros formaran “la Solano Lima” como reconocimiento a quien también fue figura en el mismo tiempo, en la misma cruzada y en la misma boleta.
Si uno proyecta esta línea de pensamiento a la actualidad, sería también posible señalar ideas conservadoras dentro del equipo que gusta autocalificarse como de izquierda progresista.
Para comenzar la lista habría que marcar a los caudillos provinciales que manejan sus territorios con aires de patrones de estancia, (de los de antes), o los dirigentes sindicales perpetuados en sus sillones, o al Ministro de Economía que en sus dichos ha superado al “hay que pasar el invierno” que inmortalizara a su maestro o al Canciller, que está por declararle la guerra a los EEUU.
Como el cóctel es imprevisible, no sería extraño que a la brevedad junto a”la Cámpora” y, si se creara, a “la Solano Lima” se complete el elenco con “la Sabatella”.
Si la inflación no existe y la inseguridad es cada día menor, ¿por qué no?
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