que no hubo abandono de la playa nudista por que “la Oficina de Turismo ofrece información de la playa ¡Y hasta en nuestro sitio oficial ponemos el enlace de la Querandí!
Párrafo aparte merece la ubicación geográfica de nuestra ciudad por parte del cronista: Según él pertenecemos al Partido de la Costa. Seguramente, también hablo del tema con Walter Fonte, todo un experto en materia de promoción de destinos turísticos.
El Partido de la Costa la inauguró en 2009 con bombos y platillos, pero hoy está casi abandonada. Ubicada en una zona alejada y sin cartelería, muy pocos la visitan. Acusaciones cruzadas y crónica de un día sin ropas.
Hace tres años recibió la bendición de los medios nacionales más influyentes. En el Partido de la Costa, a pocos kilómetros de Villa Gesell, se inauguraba la primera playa nudista de la zona. Se la llamó Playa Querandí y los lugareños se ufanaban de empardar una batalla turística a la imperial Mar del Plata, donde funciona lo que hasta 2009 fue el único balneario de este tipo en todo el país. Hoy la Playa Querandí se encuentra en un estado de semiabandono, y es más visitada por pescadores huraños que por nudistas. Tiempo Argentino se desnudó en sus arenas para intentar buscar las razones de esta agonía.
La playa fue idea de una asociación naturista, la APANNA, que ahora denuncia al municipio de Villa Gesell por la desaparición de las prestaciones básicas: su área de servicios, baños y, sobre todo, señalización. En diálogo con este diario, el director de Turismo de la Municipalidad de Villa Gesell, Walter Fonte, respondió a las acusaciones. “Son puras mentiras. No hay abandono por parte nuestra”.
−Dos cosas irritan más a los usuarios, que no haya señalización y que hayan quitado los baños químicos…
−La señalización la hemos hecho. Hasta donde yo sé, había. Y nosotros no sacamos los baños porque nunca los pusimos.
Además, ¿cómo nos dicen que hubo abandono si la Oficina de Turismo ofrece información de la playa? ¡Y hasta en nuestro sitio oficial ponemos el enlace de la Querandí!
Pero importan las palabras de los propios visitantes, los “naturistas”. Efectivamente, llegar a la playa es una tarea ardua: no hay carteles ni señales. Entre la ruta y la costa, son cinco kilómetros de ripio por el que debe pagarse un peaje de 30 pesos. Ver apenas seis autos en el espacio que hace de estacionamiento es señal inequívoca de lo que vendrá. A lo lejos, y de espaldas a los autos, tampoco resulta fácil ver gente. Ni qué hablar de gente desnuda. Una casita de madera, algunas carpas, gentes bien vestidas, cañas, y muchos pescadores.
Arriba de la casilla, en el techo, un chico rubio, en shorts y anteojos negros, martilla algo con concentración. Es el guardavidas, que está avanzando en la construcción de su puesto de control. Se llama Ramiro y también hizo el cerco para “separarnos de los pescadores”.
Y los pescadores, en las memorias del guardavidas, justifican la digresión. Los define como una “raza aparte.
Son raros: hay quienes no les importa y otros que hacen escándalos. Hace poco vino una familia a pescar, y a su lado dos personas tomaban sol desnudas. El hombre se indignó. Primero discutió con ellos y enseguida vino a decirme que quería romperme la cara. Le expliqué que es una playa nudista, pero no quería entender. Tuve que llamar por handy a la base de seguridad.”
−Sí, hay más pescadores que nudistas.
−El promedio de gente que viene por día es de diez, a lo sumo.
Distribuidas a lo largo y ancho de la playa, y notablemente alejadas unas de otras, se veían seis, siete, ocho parejas de hombres y mujeres. Dos de ellas se parecían mucho entre sí: los señores llevaban gorros y las mujeres largas y enruladas cabelleras. “El nudismo nos hace sentir cómodos”, dice Adriana, y habla por Raúl, su marido, que asiente con amabilidad. Las otras parejas eran más jóvenes, y estaban más cerca del mar. Javier y Soledad, ella rosarina y él del Gran Buenos Aires, ambos con sus respectivas bellezas y prominencias, coincidieron en no sentirse “invadidos” por los curiosos, aunque sí, algo más desnudos cuando pasan a su lado cuatriciclos o camionetas. “Pero fijate una cosa”, explica Javier: “Son ellos los que sienten más vergüenza si así desnudo los mirás a la cara.”
Nota publicada en el diario Tiempo Argentino.
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