Pero ¿cómo se presenta, cómo opera esa inseguridad en el ciudadano común?, implica una suerte de mentalidad colectivizada donde la mayoría de los integrantes de esa sociedad, pueblo o comunidad, se hallan pasibles de ser víctimas de todo acto delictivo y por ende, no hallarse seguros ante tal condición potencial.
Vale decir, la inseguridad instala el potencial en todos y en cada uno, ser la futura víctima, donde se sospecha de todos y de todo, de las sombras, de los rostros no conocidos, de las capuchas, de los jóvenes, de la propia calle, del propio lugar y eso implica, que se han quedado atrás zonas definidas como peligrosas, porque la localidad se halla infectada por el virus de la inseguridad.
Ahora, la inseguridad ¿tiene una escalada?, claro que sí, pues su primera variable es cuantificable vale decir, más asaltos, más delitos, más robos, pero también surge otra variable y es la cualificable, ya no se trata de mera delincuencia común sino del crimen organizado.
Así, si bien el pueblo entero sufre los asaltos y agresiones en los ómnibus de su ciudad o en cualquier calle y cualquier peatón puede ser robado y a eso le agregamos a las residencias y por supuesto a los comercios, se trata de mera cuantificación, pero si postulamos un cualificación, entonces, debemos hablar del crimen organizado, se trata de otro nivel y de otra manifestación criminal tales como el de asesinatos múltiples, en horas del día y todo espacio del pueblo, convirtiendo al partido entero en un campo de batalla.
Si postulamos que tal estado cuantitativo y cualitativo delictivo ya se hallan instalados en Villa Gesell, nos podría resultar como una expresión algo exagerada ¿y por qué?, porque seguramente nos falta la otra parte de la afirmación, la del crimen organizado y cuya expresión en la costa bonaerense adquiere la forma del narcotráfico. Y sin embargo, si se descubren “cocinas” para el paco, tal como hubo de ocurrir en la vecina localidad de Ostende hace algunos días atrás, eso significa que tal narcotráfico, superlativamente inferior al colombiano o mexicano, ya se halla aquí y por inferencia, en cualquier localidad geselina como Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul.
Pero ¿qué hace posible que el delito adquiera esa condición cuantitativa y después cualitativa?, e aquí a la impunidad y la debilidad institucional, ante el mercado de lo robado y el negocio que implica la droga y en simultáneo, inundando a aquellas conciencias que las deberían combatir, ¡bah!, se trata de los sobornados y los corruptos, circunscriptos al circuito del delinquir, así, para que existan delincuentes comunes y una mafia también, expresión de la cuantificación y la cualificación, tales variables señaladas de la impunidad y la debilidad etc., deben estar instaladas y ejercidas exitosamente.
Quizás la palabra mafia pueda llegar a escandalizar para la mentalidad mojigata del pueblo en cuestión, por el cual dejaremos de lado tal palabra y la suplantaremos por la de algunas familias afines al delinquir, familias con reconocida trayectoria en la sociedad geselina, que delinquen, amenazan, provocan, matonean ejerciendo violencia con total impunidad, estamos ante algo organizado, y si por gajes del oficio alguno de ellos debe entrar en la cárcel, tras vericueto judicial el delincuente salga, y allí encontramos la instancia pioneril del crimen organizado, y condición de posibilidad a tal instalar.
Quien no entienda lo que permite esa proyección cuantitativa, pero en especial la cualitativa, no entiende el problema en su cabal dimensión, donde el hecho de la justicia propia como expresión de la ausencia de un gobierno competente, no tarde de implementarse y vaya como ejemplo, el primer caso de justicia por mano propia en Villa Gesell, pero a ello le debemos agregar la posterior amenaza de venganza, y vox populi que recorre el pueblo, donde el todos contra todos, el ellos o nosotros, supera con creces el neologismo de inseguridad por haberse instalado, el de la belicosidad.
Mientras tanto, la gente se reúne, manifiesta, los candidatos asisten y hablan, el intendente local expresando ante cámaras que habrá de exigirle a aquel que supo poner (comisario) mejores resultados, con vehículos municipales de seguridad que no tienen ningún poder real, donde los patrulleros locales no se encuentran dotados, con cámaras que en su momento olieron a negociado, y con un caballito de batalla que hubo pivotado en luchar contra la inseguridad, todos y cada uno cree estar haciendo algo, y algo inútil de por sí.
Desde la sospecha local de la relación de los poderes públicos en contubernio con el operar delictivo como análisis formal, hasta el armarse y matar al delincuente como hecho concreto, nos muestra a un pueblo víctima de su propia inoperancia ante el fabuloso operar criminal, que nos señala con todas las letras que lo anormal ya es normal, su cuantificación y su cualificación testimonia su normalidad, porque es norma, es algo de todos los días.
Y en tal estado de cosas: NO HAY SOLUCIÓN, sólo resta que la belicosidad se instale como sálvese quien pueda y el reino de la individualidad, imponerse en tal descomposición situada en el pueblo.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias