paso decisivo, ser virtuoso.
Ahora, esa virtud no venía con el hombre, no se trata de una propiedad innata en él, sino que debe ser adquirida, vale decir, la debe aprender, por el cual ser feliz, jamás deberá confundirse con instancias emocionales, ni sensualistas, ni molicies por el estilo, sino que se debe trabajar en los tres planos del hombre, el intelectivo, el social y el emocional, pues, la felicidad, no tiene nada que ver con un abandonarse ni con un dejarse estar. Un estúpido, por más que cargue en su rostro una sonrisa en forma permanente, jamás se lo podría entender que es feliz, nunca podrá ser feliz desde el eudemonismo por su condición de estúpido al no ejercer el ámbito intelectivo.
Pero la felicidad y la infelicidad ¿son instancias privadas, individuales o por el contrario también implican un grado colectivo?, creemos que lo colectivo también es pasible de esa felicidad, por el cual la pregunta no puede tardar en formularse, este pueblo, este colectivo con la presente autogestión ¿es feliz o infeliz?
Consideremos que es feliz, entonces, ya sabremos el resultado de las próximas elecciones, pero si por ventura no fuera feliz ¿cuánto valdría la felicidad de este pueblo?, y nuevamente pensarse en el resultado electoral, vale decir, cambio de gobierno.
¿Pero es tan así, tan mecánica la cuestión del paso del ser al no ser feliz? , no, claro que no, porque la felicidad es un constructo y eso implica una instancia de arduo trabajo, como significa el mancomunar esfuerzos, plantear objetivos parecidos, tener buenas intenciones y la claridad intelectual para hacerlo, y en esta instancia algo vital debe acontecer, el pueblo debe aprender acerca de todo ello, y fundamentalmente en reconocer que nadie solo o por sí mismo puede hacer nada, puesto que los mesiánicos, los salvadores o los gurues pertenecen al ámbito de los infradotados, tanto propio como ajeno, propio porque se terminan creyendo su condición de redentores y ajeno, porque creen en redentores.
Ahora, creer que la felicidad es algo que llegará con las buenas intenciones y todo lo demás, implica no entender el problema en su cabal dimensión porque es un constructo sujeta a objetivos y a pautas, por lo tanto, según las condiciones actuales del pueblo tal carácter práxico simplemente no existe. De allí que debería surgir una pretensión acorde a sus condiciones y posibilidades, y postulamos el de no ser infeliz, poco deberá importarle la felicidad, no está capacitado por el momento para ese llegar a ser colectivo, pero sí puede aspirar a algo más concreto, el no ser infeliz, y esto es lo que se juega en las próximas elecciones, ¡la no continuidad de la infelicidad en el pueblo!
Por eso en un colectivo infeliz cuando ésta manda, se instala entre su gente el desamparo de estar solo y desde allí, surgir la apatía por otros que no sea uno mismo, la inoperancia por todo lo comunitario, la ausencia de solidaridad, reinando el miedo, la desconfianza, la inseguridad de ese que no conozco porque me puede dañar, el frío, el hambre, la falta de gas, de trabajo, changas mal pagas, y ya tratamos con una infelicidad peligrosamente cuasi estructural.
Pero más allá de todo, no olvide lo que se juega en las próximas elecciones, la continuidad o no de la infelicidad como colectivo en Villa Gesell.
Juan Oviedo .
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