estresores que se van acumulando en cada sujeto, ya sea dueño, patrón, sirviente, mano de obra o lo que sea, como escenario de la batalla que aquella provoca.
¿Es justificable tal padecer?, la necesidad así lo indica, ahora, ¿quien determina los grados de esa necesidad que induce a las personas a someterse a tal calamidad?, cada uno según halla resuelto o no, las condiciones materiales de subsistencia, estas delimitan la mayor o menor autonomía de las necesidades en cada sujeto, sin embargo, existan casos que ponen en tela de juicio el necesitar desde lo material, como sucede con el ejemplo de la avaricia, se trata de individuos con una inclinación a poseer y a tal fin, renunciar a tener comodidades básicas y en ello, la paradoja del beneficio ante su impuesta austeridad atentado contra sus necesidades vitales.
Este caso extremo de la avaricia, pone en tela de juicio el concepto de la necesidad como fundamento individual y postular a lo social, el ámbito donde se crean inquietudes y determinaciones en los individuos, tal como sucede con la temporada a lo largo de la costa bonaerense, donde las individualidades se van acoplando a esa estructura que la hace tal, los balnearios costeros.
Entonces, el residente ¿es títere, no puede decidir, está obligado a entrar en tal vorágine?, si no tiene resuelto lo material será su panacea ante el advenir de la recesión invernal, pero ¿y aquel que lo tiene resuelto? o quizás, desde estas sociedades costeras el resolver material quede supeditado a cierta avaricia potenciada desde el propio colectivo y germen del soporte calamitoso de la temporada.
Porque la temporada provoca cierta realidad y cierta ilusión, en unos por lograr mayor riqueza y en otros, por zanjar tal brecha, donde los primeros logren estatus y jerarquía en el imaginario local, pero ¿serán acompañados por cierto prestigio?, sin embargo, algo mayor aceche y presente en el ejemplo de la avaricia, y ya sin justificación, hallarnos frente a un acto de degradación personal al poner su condición de individuo al servicio ilusorio de una mayor riqueza.
Si bien el prestigio del dinero ganado, la nueva casa, el o los nuevos autos, los posible viajes etc. sean reconocidos como parte de un hacer exitoso en la temporada y su explotar fehaciente, ¿será trasladable a una dimensión moral en el sentido que a tales exitosos se les reconozca dignidad?, si hemos de tener en cuenta que la tortura, independientemente de tener mala o buena motivación, degrada a la dignidad humana, entonces, la calamidad sufrida desde la propia autotortura que implica soportar a la temporada, torne indigno al exitoso de turno.
Y de eso se trata el respeto, a respetar lo indigno en tales personas, del someterse al dolor propio y sufrir la alteración, al deterioro, el roce y la fricción que les provoca toda temporada, al exponer a su cuerpo y a su psiquismo a la abrazada la ilusión veraniega, ahora, si todos de una u otra forma comulgan con la quimera de la temporada, entonces, ¿en quienes emerge tal respeto?, en aquellos que no justifican el método de milicos, castrenses, ni civiles de la tortura.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias