Lo cierto es que a la hora de todo ver, la apariencia concentre en sí, la mayor curiosidad posible y que nos fuerce a preguntarnos, ¿qué relación existe entre ese aparecer y lo que la persona es?, o ¿qué grado de correspondencia existe entre una belleza física y otra no física?, en especial, en aquellas persona autoconscientes de su belleza y atracción portadoras de cierta vanidad, y jamás presente en la apariencia vista sino después del trato, por el cual la paradoja, que todo aparecer oculte en su mostrar, no tarde en decir presente.
Así, el mostrar y el ocultar son partes de una dialéctica y a la que se olvida, cuando se enfatiza a una de las tesis sin concederle espacio a la otra, y la tesis que hoy impere es la del aparecer, ahora, consideremos que tales personas afectas a la tesis del aparecer vale decir, figuradores, creídos, cholulos etc., alertados que se pueda ir más allá de la mirada, busquen un nuevo maquillaje para mantenerse en el centro de las miradas del pueblo, y momento de la opinión centrada en la cosmovisión del opinólogo y que su parecer tan bien oculta.
Y en tal estado, una petición de principio acontezca, cuando tales sujetos ejercen esa articulación gutural para reproducir conceptos en su inquietud por apropiarse de la palabra, provoquen la patética emergencia de una verborragia pivotando en lo político, ecológico, derechos humanos, oficialismos, revolucionarios, libre pensadores etc., estamos frente a un tejido para mantener atrapados a crédulos, seguidores, partidarios, sectarios, en la red del aparecer y del opinar, posicionado por la trama del negocio mediático.
Ocultarse en la apariencia y en la opinología no sería grave si tales individuos fueran descubiertos en el pueblo, pero lo grave es el éxito que tienen en su estrategia del aparecer -ocultar y esto, implica un mensaje demoledor para la sociedad local, porque pone en la palestra a una sociedad presa de las apariencias y del decir sin lo dicho, y de la inexistencia de personas que puedan descubrir y señalar la farsa que conlleva el aparecer junto al mero opinar, donde los valores que inciten a llamados de atención ajeno, serán buscados y comprados, junto al misceláneo hablar sin decir y mediáticamente reiterado hasta el hastío por los medios del pueblo.
Lo oculto que no emerge ante el imperativo del aparecer, no será negado por ser feo, sucio, inmundo, corrupto, trepador, inmoral, sino porque muestra a tales personas su condición, así, una pseuda interioridad se lleve a cabo y fuente de la condición liviana, al instalar lo banal., el figurar, lo pueril e infantilismo sin más, para tapar la pesada carga que su interioridad implica.
Por el cual una trilogía se instale sin mas en el pueblo consistente en el aparecer, el opinar y la liviandad, donde nada es lo que parece ser.
Pero no sólo le cabe a tales sujetos el haber posicionado lo aparente y lo vacuo como pretendida condición, sino que le cabe responsabilidad también al pueblo en cuestión, porque no ha sabido superar la vergüenza de su propia carencia, su dependencia y su resignación, aspectos conducentes a la identificación con los victoriosos de turno, y permanecer cortesano al poder económico y político local.
Entonces, no es posible especulativamente sustraerse a la pregunta que versa por ¿cómo sería el aparecer si éste reflejara cada interioridad tal cual es?, vale decir, si existiere una correspondencia entre lo que se es y su pertinente aparecer, ¿cómo se manifestaría ante los ojos, tales personas elevadas al primer plano del aparecer, desde la carencia ajena que también los envidia?
La condición monstruosa hace su entrada y no amenazante a la condición humana, sino ligada a ella, tal como es el aparecer de toda arpía, pues no se sabe si es un animal, pero sea lo que sea, tiene forma de mujer y se transforme en lo que es: espinas, arrugas, y una garganta donde emite chillidos junto a su hediondez a cuestas, pero quizás con Efialtes,(pesadilla) aquel jorobado deforme donde tuvo que dejar Esparta para no morir en su nacimiento, se halle la mejor representación, pues traicionó a su patria, por unas miserables monedas, que nunca recibió, así, la arruga y la traición o la estética y la política, sabe a arpías y a pesadillas como expresión de toda interioridad.
Entonces, la arruga y la traición, producen al verdadero monstruo velado en la cotidianeidad del pueblo tras el aparecer y el opinar, donde arpías y jorobados también encubran a esos nombres propios y apellidos, culpables de instalar la apariencia y lo gutural como hábito operando en el pueblo
Pero, si se deben producir cambios, le cabe decir presente a los cómplices de tal encumbramiento, el propio pueblo.
Pues el colectivo debe develarlos y condenarlos al exilio en el propio lugar y así, sufran el castigo de no ser más vistos ni tampoco escuchados y vivir, al olvido permanente de los medios, pero claro, antes, la sociedad local deberá superar lo que ha ido incubando al son de su desigualdad material, social e institucional y fuente de envidias, rencores, celos e ignorancia, origen de todo aparecer y de todo opinar.
El pueblo en su totalidad deberá superar la miseria material causante de la miseria humana, que hubo de posicionar a arpías y jorobados, como reflejos de su ideal.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias