Pero como los discursos deben adaptarse a las circunstancias y al probable interés del auditorio, esa catarata de cifras solo sirvió para que todos midamos nuestra capacidad de concentración y de lucha contra el sueño.
Resulta natural que de un político o política, (para acompañar el estilo presidencial), se escuchen en la inauguración del año legislativo apreciaciones políticas que marquen un rumbo, ratifiquen o rectifiquen objetivos pero siempre sobrevolando a baja altura la realidad concreta que la autoridad debe gobernar.
Nada más lejos de lo escuchado.
La Presidenta habló luego de su opaca actuación en el acto celebratorio del 200 aniversario de la creación de la bandera en Rosario el lunes 27.
Allí sus invocaciones a la unidad nacional se dieron de bruces de entrada nomás con su participación desde el micrófono de los cánticos futboleros de los “chicos de la Cámpora” y se completó con la exageración de sumar a su esposo a la condición de Padres de la Patria que ostentan legítimamente San Martín y Belgrano.
Sus apelaciones a la muerte de su esposo para referirse a la de los 51 pasajeros del tren de Estación Once ya no puede parecer sincera aunque lo sea.
Es que muertos tenemos todos y la muerte es siempre una visita no deseada.
Pero acá se trató de 51 víctimas de un sistema descalabrado de ferrocarriles cuya responsabilidad es del Gobierno del que ella es titular.
Luego de una sesión de ablande de algo más de una hora y media cargada de records nacionales e internacionales en todas las canchas y en todas las pistas durante su alocución en el Congreso, el tema del accidente del tren también ocupó un breve lapso.
Apenas alcanzó para decir que no había recibido el Gobierno recomendación alguna de la Auditoría General de la Nación, (AGN), aconsejando la recisión del contrato, dato que es falso porque ya en el 2008 se lo anticiparon y no contó con una flamante ratificación porque por mayoría sus representantes en el organismo de control trabaron ayer el tratamiento de otro informe lapidario.
No suena creíble la supuesta presión sobre la Justicia para que en quince días tenga las pericias que le permitan “tomar las medidas que se tengan que tomar”.
La Justicia detectará a los culpables, pero el Gobierno debió expulsar inmediatamente a los responsables. El secretario de Transportes, Juan Pablo Schiavi no debe tener tiempo para renunciar.
Se lo debe echar sin miramientos.
Volviendo al discurso en el Congreso, el uso de ese espacio para diabolizar a Macri es una muestra de un estilo que ya no puede esconder el luto prolongado.
Preguntar burlonamente si el Jefe de Gobierno se creyó alcalde de New York es un insulto directo al más del 64% que lo eligió e indirecto a todos los porteños.
Sonó igual que el asco de Fito Páez, con el agravante que uno canta rock y la otra es Presidenta de la República.
Lo cierto que en simultáneo con el alud de éxitos y ningún reconocimiento del mínimo error, la gente de Capital y conurbano padecía la falta de subtes y sufría las incomodidades cotidianas a las que ya casi está acostumbrada.
Por su parte, 7 millones de chicos no empezaron las clases, la central de policía en Misiones estuvo tomada por efectivos en revendía por una semana, la 9 de Julio fue cortada el mismo día por 7 horas en ambos sentidos de circulación, conseguir nafta o gas oil es una cuestión de suerte y la lechuga cuesta $ 18 el kilo.
Ante las flagrantes contradicciones entre el relato y la realidad y por una razón de respeto elemental a la figura de la Primer Magistrada, es inevitable llenarse de dudas.
También de certezas.
Mis dudas hacen que me pregunte quién soy, adónde vivo, adónde estoy.
Mis certezas son igual que las tuyas.
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