Gritos, histerias, relatos y denuncias son, al contrario de lo que imaginan los actores, expresiones de una debilidad creciente que succiona el andamiaje del sistema democrático no en sus formalidades pero sí en su contenido.
El tiempo y las experiencias acumuladas desde la recuperación democrática, (el más largo período de continuidad de toda la Historia), nos impone la necesidad de revisar el camino andado e imaginar lo que ha de venir.
Ya estamos en condiciones de afirmar que la reforma constitucional del 94 incorporó algunas inocentadas de tinte social demócrata que fueron sólo una ornamentación intelectual para el verdadero interés del dueño del poder en ese tiempo.
El objetivo excluyente era la reelección y así lo votaron todos, y entre esos todos la actual Presidente.
En el Capítulo Segundo, Nuevos Derechos y Garantías, se le da respaldo constitucional a los Partidos Políticos, (Art. 38°).
PARECE OBVIO QUE LA Democracia no puede sostenerse sin la fuerte presencia de los Partidos.
Pero si miramos los efectos de nuestra experiencia, resulta más que claro que los Partidos Políticos han desaparecido.
Sin contar agrupaciones menores, es evidente que Peronismo y Radicalismo encarnaban en 1983el rol de sostenes del sistema y mayores competidores.
En menos de 29 años solo quedan inmuebles, algunos sellos y aisladas apariciones repetidas en sus mensajes y en sus voceros.
Un Partido Político debe tener principios y valores, presencia continua, organización nacional, provincial y municipal, permanencia en el tiempo, renovación y formación de sus equipos y estandartes que lo hagan visible y atractivo.
Algunos estandartes, no muchos, quedan.
De sus figuras estelares solo permanecen monumentos a los que en algún aniversario escasos fieles, dolidos y resignados concurren a depositar una ofrenda floral.
Es hora entonces de imaginar si este estilo diluyente de los Partidos puede ser compatible con el mejoramiento de la Democracia al que todos tenemos derecho de aspirar.
Nadie puede imaginar a Cafiero pasándose al Radicalismo o a Balbín haciendo lo mismo hacia el Peronismo.
Hoy los “borocotoces” son muchos, a la vista unos, a escondidas otros.
Hay que pensar entonces si este estilo de la Democracia liberal sirve aún para dar sentido de futuro a la República.
Cada uno puede encontrar los ejemplos que seguramente lo llevarán a pensar que no.
Quizás sea la hora de salir por un rato del campo de la competencia electoral de corto vuelo y ponerse a pensar ideas, métodos y sistemas que sean efectivos para dar respuestas a las demandas sociales y morales de este tiempo.
Deben ser mujeres y hombres probos, sanos de mente y plenos de seriedad los que se unan no para seguir una bandera, la que sea, sino para discutir ideas nuevas que sean fáciles de explicar y de entender.
El campo de acción es infinito, precisamente porque nadie lo ocupa.
Redefinir el Derecho Penal para que tenga menos vericuetos y más sentido común, plantear la libertad sindical en serio para terminar con una cuña corporativa que ensucia a la Democracia, crear una rama del Derecho que se aplique a los funcionarios con penas que duelan en serio, construir un sistema que recupere para la Educación su condición asimétrica para que la escuela vuelva a enseñar, reformar la estructura impositiva.
Los temas son infinitos.
No es infinito el tiempo ni la paciencia.
Esto significa que alguien debe dar el primer paso, sin camiseta, sin remeritas pseudo revolucionarias, sin ataduras a las viejas mañas y a la hipocresía dominante.
Que sigan los que están haciendo lo suyo.
Que la Presidenta califique de nazis a los que se atreven a expresar una idea distinta.
Que el Senador Morales anticipe que la UCR votará a favor de la entrega de los transportes porteños al Gobierno de la ciudad porque cree que así cumple con la heroicidad de embromar a “la derecha” sin darse cuenta que está siendo funcional al adversario mayor.
Que sigan los jóvenes y no tanto de “la Cámpora” disfrutando de las mieles y los sueldos.
En verdad, nada es para siempre, y cada hora que pasa se va internalizando en mucha gente que esto no va más.
No hay en esta idea ánimo desestabilizante.
Hay solo la preocupación por imaginar nuevas formas de convocatoria y participación para atender necesidades de nuevos tiempos.
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