A través de los siglos, las grandes decisiones se han tomado, casi siempre, en torno a una mesa; la que algunas veces estaba cubierta de suculentos manjares y otras solo contenía, quizá, un humilde pan. Si pudiéramos rastrear en la historia nos asombraríamos al descubrir cuantas de las cosas que cambiaron al mundo, fueron concebidas alrededor de una mesa, en una cena informal.
“La comida inspira” solían decir los sabios griegos, para quienes los alimentos no tenían solo el poder de abastecer al cuerpo de las energías necesarias para la vida. Algunos de ellos pensaban que si su cuerpo estaba bien alimentado, su intelecto trabajaba mejor. Con los años la ciencia comprobó cuan acertados estaban, ya que se sabe que si una persona pasa hambre su inteligencia se ve afectada.
Si bien la cuna de la gastronomía es Francia, de ahí que los términos culinarios sean todos en francés, hoy en día, y gracias a que las distancias se han acortado debido al avances de los medios de comunicación y transporte, cada cultura ha hecho sus aportes por lo que no es extraño encontrar de manera casi cotidiana alimentos muy típicos de determinadas etnias en las mesas de todo el mundo.
De esta manera hoy podemos comer un excelente chop suey en algún restaurante de Palermo soho, disfrutar de un delicioso tajine en un bodegón de Abasto o saborear el típico ceviche sin necesidad de ir a Perú.
Es cierto que los argentinos, y sobre todo aquellos que vivimos en el interior, lejos de las grandes ciudades, somos bastantes reacios a los cambios en las costumbres alimenticias, pero todo es cuestión de probar, ampliar los horizontes y atreverse a degustar esas maravilla traídas de lejos. La primera vez que me sirvieron cus cus miré el plato y pensé que se parecía a la comida que le doy a mis perros, pero me bastó con probarlo para descubrir un sabor exquisito y una textura parecida al arroz pero con otros matices. Lo mismo me pasó con el ceviche, me dije: “yo ni loca como pescado crudo”, hasta que lo probé, hoy pienso que es la mejor manera de disfrutar de sabor del pescado, sin someterlo a ningún fuego, y solo dejándolo macerar durante pocos minutos en limón. ¡Un manjar!
Por eso amigos, así como aquel fanático del cine que nos recomienda alguna película de esas imperdibles, yo les recomiendo que comiencen a extender sus gustos culinarios y adéntrense en un mundo maravilloso de sabores, texturas y aromas deliciosos, que hoy, gracias a la globalización (algo bueno tenía que tener) están al alcance de nuestras manos y nuestro paladar.
Hasta la semana que viene
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