Hay dos hechos que colaboraron en la construcción de Occidente, una es el pensar y otra, el respeto por la persona que piensa, hoy un tanto en desuso, sin embargo, la premisa es válida por el cual el reto que interroga por la utilidad de la cultura no deja de ser más que interesante y a ello, entonces, me habré de remitir.
Lo mundano, implica una sucesión de cosas naturales y otras, hechas por el hombre como son los útiles, éstos nacen con una prerrogativa de fondo, la del instrumentalismo material, así, casas, edificios, máquinas etc. implican creaciones instrumentales, vale decir que no hacemos útiles porque sí, sino para resolver cuestiones prácticas y puntuales, ese hacer material tiene como soporte tal intención, sin embargo, hay otros hechos materiales que no tienen ese perfil instrumental de lo tangible sino que aluden a una órbita o región distinta y necesitada de una interpretación diferente, disímil a la condición obvia de lo instrumental.
Por ello es que no hay pregunta alguna por el hecho cultural del instrumentalismo, ese es claro, directo y al cual diariamente utilizamos y ejercemos, pero cuando se trata de entender los otros hechos que no se hallan en la esfera del instrumentalismo, entonces, emerge la interrogación por ellos, porque si no consumo arte, sea éste de la forma que fuere, no me pasará nada, pero si no vivo bajo un techo y toda la serie de los útiles que lo acompañan, entonces, la cuestión será notablemente distinta, me muero.
No me cabe duda que el tematizar de este amigo va en esa dirección, por el valor acerca de algo que de instrumental no tiene de nada y por lo tanto, ponga en tela de juicio la condición valorativa de esa construcción cultural de lo no instrumental.
Pero, ¿no será que en la misma pregunta se halle el problema en cuestión?, vale decir, que tal interrogar no surja de una genuina apertura ¿sino de una previa conclusión?, lo que entrevé que más allá de todo instrumentalismo y pragmatismo instalado, tal interrogar parta de entender a lo mundano como algo sólo sujeto a variables como las del uso, el consumo, la ganancia y el éxito, por el cual se conciba a una antropología destinada a ser entre los útiles, las cosas y toda forma de emergencia humana que no implique tal condición, ¿ser puesta en tela de juicio? Por lo tanto, el trasfondo nos muestra la interrogación no por cierto hacer sino por quien lo hace, vale decir, por el creador de ese tipo de hechos diferentes que señalan una tensión con el mundo naturalizado de los útiles, mundo provocador de la presente alienación que reina en el pueblo, al hacer del mar un producto y al lugar una gigantesca fábrica con su gente operando entre changas o todo año, y que hubo de instalar el repetido ciclo de la instrumentalizad que el producto balneario exige.
En tal alienación, el abanico de libertades, imaginaciones, voluntades, esperanzas y deseos, quedan separados de la condición de ser de muchos geselinos, pues se deben a los intereses de la fábrica que otros manejan y las fábricas no implican un espacio de lo propio, por el contrario de lo ajeno, de lo otro, así, cierta extrañazón sí o sí debe surgir, ¿qué es lo extraño, cual la impertinencia que recorre en ciertas cabezas, conciencias de vivir en su casa, pero de no estar en la propia casa?, si la ebullición interior no tiene su correlato en el mundo del afuera, del trabajo, de la materia, entonces, debe surgir en otras formas que señalen, reclamen y denuncien, ese no realizar.
Y momento del emerger del mundo de la cultura y su horizonte simbólico al servicio de un hacer resiste a vivir en un lugar alienado, que separa al hombre geselino de sus facultades que lo hacen hombre, como la imaginación, la razón, por el cual el espacio de la cultura implique espacio de tensión y resistencia de algunos a los que aun, la alienación, no ha podido doblegar, así, la cultura no se convierte un útil sino una expresión objetivadora de esa conciencia buscando rescatarse entre el mar de lo distinto, de lo diferente y de lo críptico.
Así, nuestros plásticos, nuestros literatos, nuestros escultores, aquellos que hacen teatro y música, aquellos que nos deleitan con su canto o nos iluminan con la palabra y nos despiertan con la poesía, antes que productos útiles, son manifestaciones que pertenecen al ámbito de los seres que se objetivan desde una expresividad no instrumental del consumo y que los posiciona en esa región distinta de lo intangible, ámbito al cual pertenecen los productos no instrumentales.
Tal expresión cultural parte de un reconocimiento de fondo, que el geselino hubo de crear un producto que lo ha terminado por dominar y anular como hombre al negarle todas sus potencialidades creativas, intelectuales, racionales, y que ha terminado por cosificar a su ser porque la razón de su ser, es estar al servicio del producto llamado balneario, por el cual un movimiento dialéctico será esencial para superar la alienación reinante, las producciones artísticas, son parte de tal dialéctica constituyendo las formas de tal proceso superador, que muestra, señala, sugiere a la condición humana detrás de tales creaciones.
Creaciones que para entenderlas será necesario cierta correspondencia con la sensibilidad, del inteligir, esta no es cualquier liviana actividad sino que la persona se vuelca dentro de sí (lee), para buscar la comprensión de sí mismo y del mundo que lo rodea como también tener capacidad interpretativa, por ello, estos productos creados desde ese mundo cultural, impliquen concepciones distintas del mero usar del útil o simple masivo consumir.
Es esa objetivación a través del hecho cultural, la que debe reconciliar ciertos valores, pues si en el pueblo los hechos instrumentales van por un lado, atentando contra los valores humanos por el otro, sin lugar a dudas que estaremos en un pueblo alienado y no reconciliado, enemistado entre sí, consigo mismo, hecho que habrá de instalar las permanentes pugnas, disputas y conflictos entre los geselinos, por ello, para tal reconciliación, le cabe a la cultura, instalar el círculo dialéctico de la pertinente superación.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias