Posiblemente tal recelo venga ante el ejercer de un duende maligno que posicione el legalizar correlativo al despenalizar, sin embargo, se trata de dos cuestiones diferentes, porque algo legal implica acceder a una sustancia desde el medio estatal que controla y regula su venta en el mercado, tal como sucede con el café, los cigarrillos, el alcohol, los sedantes etc.
Pero, ¿que busca tal proyecto?, la despenalización de la tenencia y consumo de estupefacientes y del autocultivo de marihuana, vale decir que si usted es consumidor, no recibiría pena alguna por tal condición.
Entonces, ¿el narcotraficante hallará el camino libre para posicionar su mercado en la sociedad argentina?, no, porque una cosa es la tenencia de uso personal y otra, la tenencia en términos de comercio, y esto último continua siendo punible por el cual se mantiene vigente la persecución al narcotráfico. Lo dicho nos permite trazar dos líneas a saber: una con la droga en sí y la otra, la del narcotráfico.
La droga en sí vincula el impacto que esa sustancia provoca en el cerebro humano ¿cómo?, por el químico que contienen e infiltran el sistema de comunicación del cerebro y perturben el envío, la recepción y el procesamiento normal de información entre las células nerviosas, como también, sobre estimular ciertos circuitos del cerebro como el de las gratificaciones.
Con el ejemplo de la dopamina, nos hallamos con un neurotransmisor que se encuentra en las regiones del cerebro controlando el movimiento, las emociones, la motivación y las sensaciones placenteras, es decir, es parte de un sistema de gratificación, donde el consumo de ciertas drogas (la cocaína o la metanfetamina) pueden llegar a bloquear el reciclaje normal de estas sustancias químicas en el cerebro, lo cual son necesarias para cortar el envío y la recepción de las señales entre las neuronas, ¿resultado?, el cerebro queda saturado de dopamina.
Y un dominó tiene lugar en tal cerebro, al producir menos dopamina o disminuir el número de receptores de dopamina en el circuito de gratificación, coarte el placer al usuario, pero no solo respecto al consumo sino también de acontecimientos en su vida que antes le causaban placer. Esta disminución en el placer lo obligará a continuar consumiendo las drogas en su intento por lograr que la función de la dopamina regrese a su nivel normal. Sin embargo, ahora necesitará consumir una cantidad mayor de la droga en su intento por elevar la función de la dopamina a su nivel inicial.
Y aquí encontramos la fuente de toda sobredosis que es mucho más letal que la mera adicción, como también, en el orden de esa letalidad, no saber acerca de la calidad de lo que se consume, lo expresado con respecto a la droga en sí.
Acerca del narcotráfico, -cultivo, elaboración, distribución y venta de drogas ilegales- cuando llega, lo hace para asentarse, apelando a la metodología de la violencia si su negocio se halla amenazado, tales grupos crecen, se multiplican y logran su poder, desde el éxito que le provee la oferta y la demanda, entre vendedores y millones de consumidores, o a escala macro, entre países productores y países consumidores junto a la pertinente corrupción de funcionarios locales.
Entonces, la pregunta no tarde en llegar, ¿por que se consume y se es narcotraficante?
En primer lugar será preciso destacar que el consumo y las adicciones no están limitados a ningún estrato social en particular ni tampoco existe un conjunto de factores causales compartidos por la mayoría de investigadores y clínicos. Hay una gran variedad de puntos de vista que van desde una supuesta determinación biológica hasta una serie de consideraciones de naturaleza sociocultural, pasando por todo un núcleo de creencias. En segundo lugar, los criminólogos han demostrado que los narcotraficantes poseen características psicológicas particulares que los hacen buenos para los negocios; por ejemplo, les gusta el riesgo, son calculadores en su toma de decisiones y les gusta emprender, aunque, los narcos deciden no ser comerciantes sino criminales porque, al menos en parte, tienen un gusto muy desarrollado por el poder, por el cual asumen un estilo de vida que es vivir por encima de la ley, disfrutando del poder que da el rompimiento de las reglas entre otras cosas.
Pero unos y otros pueden compartir la misma fuente donde abrevan, fracaso escolar, desencanto a la hora de encontrar un trabajo, comercio informal y la aparente facilidad con el que se gana dinero, motivaciones de carácter social como evadir la sociedad, escapar a problemas personales, o porque es costumbre social y no ser tenido por raro etc., tal es lo que entra a tallar entre unos y otros, pero algo se debe destacar, que el criminal no es el usuario sino el narcotraficante.
Ahora, si hemos señalado la condición criminal de los narcotraficantes, no es porque somos partícipe de una doble moral de un país consumidor frente a un país productor con sus dirigentes, arengando luchar contra esa corrupción y sus protegidos narcotraficantes, cuando, ser consumidor de drogas ilegales, también implica que un mercado se ha instalado ante la venia de funcionarios locales.
Entonces, la pregunta final a nuestro artículo, ¿si o no a la despenalización?, si el usuario no es judicializado ni criminalizado, entonces, la atención y los recursos del Sedronar irían a combatir a aquellos que producen, comercian y verdadero flagelo de nuestro tiempo, que no son las drogas sino los narcotraficantes porque en la medida que estos existan, la potencialidad de la drogadicción también estará vigente.
Juan Oviedo
Filósofo y ensayista
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