Este comportamiento inevitable no ha de evadirse cuando de un País se trate.
Esta es la razón por la que la semana vivida por la Argentina ha entrado en un tumultuoso remolino de reacomodamientos y cruces que no por esperados y anunciados, dejan de sembrar un halo de preocupación entre quienes solo deseamos transitar la vida con la tranquilidad y sentido de convivencia que creemos merecer.
Las cosas no parecen caminar por ese rumbo.
Por primera vez en los 9 años de la etapa inaugurada por “él” y continuada por “ella” se llenó la Plaza de Mayo con obreros hasta ayer socios y hoy crueles “desestabilizadores”.
Algo tiene que haber ocurrido para que un cambio de tamaña magnitud haya alterado el escenario.
Ese algo es la consecuencia de vicios de origen y de ejercicio que han salido a la superficie y ya no pueden taparse más con el relato oficial.
El anuncio de la concentración organizada por el titular de la CGT precipitó la vuelta de la Presidenta de su gira por América y su discurso ante los aplaudidores en uno de los salones de la Casa Rosada sirvió para demostrar que la tozudez y la soberbia no han de ser abandonadas.
Entre los muchos agravios a la inteligencia quizás el más didáctico sea el comentario de la sorpresa en el Mundo de los cierres de las paritarias locales con aumentos superiores al 20 %. No hay dudas que la tal sorpresa es un delirio enajenado de la Presidenta porque en el Mundo todos saben que la inflación en Argentina es de más del 25 % anual, lo que significa que los sueldos se achican año tras año.
Desde ya que también los sabemos nosotros, que somos las víctimas.
El poema que relata el aumento de la economía a tasas chinas aburre porque ese tal aumento no ha significado ni la disminución de la pobreza extrema, ni el mejoramiento de la infraestructura de servicios, ni de seguridad, salud o educación.
Cuesta creer que sigan con el mismo sonsonete cuando no alcanza el combustible ni la electricidad, cuando no pueden controlar la toma de un pozo de petróleo en Neuquén, cuando la aceitunera Nucete cierra y deja más de 500 trabajadores en la calle, cuando montones de empresas suspenden su producción por caída de la demanda y falta de insumos importados que el Gobierno no deja ingresar en nombre de una política de protección de la industria local absurda.
Duele ver a la Presidenta cantando datos de retenciones en los salarios con números falsos.
Duele porque es la Primer Magistrada y no puede equivocarse tanto.
Lastima verla en un pequeño poblado sanluiseño, Juan Llerenas, hablándole a los chanchitos como si viviera en el país de las maravillas.
Cuesta verificar que otra vez el Peronismo reedite sus luchas intestinas con actitudes tan malolientes como las sustancias que viajan por tales órganos.
Una pizca de humildad sería suficiente.
Tan solo una.
No es fácil imaginarla, a la luz de lo que se ve.
El título de esta nota fue inspirado por el ”Canto a la Libertad”, que hiciera famoso César Isella, que en una de sus estrofas más ricas dice:
“Los dueños de la soberbia
Tenían siempre razón.
El no equivocarse nunca
Era su equivocación”.
SiGesellnoticias