y condimentaban con lo que tenían a mano. Estos bollos se horneaban más rápido que el pan y saciaban el hambre de los que esperaban: niños, ancianos, mujeres. De la plaza pública, este antecesor de la pizza pasó a las alforjas del trabajador, quien lo llevaba a sus labores a modo de almuerzo rápido, popularizándose rápidamente.
Se necesitaron catorce siglos -descubrimiento de América mediante- para que apareciera en Europa el tomate. Traído del Perú, inicialmente causó aprehensión a los europeos, quienes lo consideraban tóxico o con poderes mágicos por su nombre “pomodoro” que significa fruto de oro, dado a las primeras variedades que se conocieron. Inicialmente el tomate se utilizaba para decorar, pero con el correr del tiempo la gente se animó a comerlo.
En sus comienzos, el queso no formaba parte de la preparación (se utilizaba sólo tomate, albahaca y hierbas). Su introducción se produjo en 1889 en la ciudad de Nápoles, La reina Margarita de Saboya ya había oído hablar de esa “comida de plebe “ que disfrutaba de tanto prestigio en el lugar, quiso satisfacer su curiosidad y envió al panadero de la pizzería “ Pietro il pizzaiolo” la real orden de prepararle una pizza. El panadero quiso engalanar esta pizza con los colores de Italia y agregó al rojo del tomate y al verde de la albahaca, el blanco del queso mozzarella. Llamó a su invento “pizza a la Margarita”, inaugurando así una nueva era, en está que sería tal vez la comida más popular de Italia y del mundo.
Se popularizó al finalizar la guerra, por la difusión que le dieron los soldados que regresaban de Europa
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