no obstante, hay un significado que cruza a toda renuncia, cuando el renunciante lo hace desde una actividad que involucra un colectivo, entonces, las lecturas serán distintas acerca de ese acto del renunciar.
Pues, a la hora de las renuncias las lecturas no pueden ser las misma según los casos que involucren tales renuncias, así, trabajadores, políticos, técnicos de fútbol, sacerdotes, obispos etc., renuncian, ahora, ¿que hace o que provoca que alguien renuncie?, por supuesto que aquellas de carácter privado quedan libradas a la conciencia de cada renunciante, sin embargo, aquellas renuncias a cargos y espacios públicos, permite hipotetizar que detrás de toda renuncia, exista cierto código, ley o norma tácita, adosada a ese cargo o función a la que se acepta, por el cual a la hora de esas renuncias, tales códigos o leyes del juego se hallan tácitamente presentes.
Por ejemplo, la renuncia presentada hace unos días en la nunciatura de Buenos Aires por el obispo de Moreno-Merlo, Fernando Bargalló, y el Papa aceptándola, al admitir el mencionado obispo haber ejercido una relación que no condice con la condición célibe, tras la salida de fotos que lo mostraban junto con una mujer, lo llevó a renunciar, así, la renuncia forme parte de las reglas de juego a la que se deben respetar, si eres célibe, debes actuar conforme al celibato, queda la cuestión pendiente si tales fotos fueron sacadas por casualidad o por el contrario, una operación orquestada para tales fines. Pero, vayamos a un ámbito cotidiano como es el político.
Se cree que hace a la trasparencia y a la credibilidad del contexto, el hecho de la renuncia, porque no es lo mismo el aceptar un cargo pensando que se lo puede llegar a cumplir bien, y descubrir que no se lo puede ejercer con idoneidad, entonces, tal persona debe renunciar, que a la otra actitud contraria y se trata de aquellos que no siendo responsables, competentes e idóneos, se aferran a los cargos, haciendo abstracción del colectivo al cual se deben considerando sus propios beneficios. Tal acción de rapiña no provoque bien a nadie, excepto a ellos mismos, por el cual el sentido de la renuncia, implique una suerte de no impunidad sino que al existir un trasfondo tácito con leyes de juego, sostenedoras de la aceptación de ciertas normas, puedan vencer la tentación de la corrupción que sobrevuela siempre en toda actividad pública.
Así, involucrar el pedido de renuncias o por el contrario por renuncias propias, nos trasmitan cierto sentido de límite, por el cual alguien se desembaraza de algo -la jerarquía institucional- cuando ese funcionario, sacerdote etc., transgrede ciertas pautas que no se deben trasgredir ante el ejercicio de su función pública.
Pero, también se puede abordar el no-renunciamiento, pero de forma distinta al citado hecho de adueñarse de cargos sino desde la perspectiva de los ideales, en este caso renunciar, sería fracasar, desertar, darse por vencido según la integridad de la persona involucrada, tales no- renunciamientos impliquen que esas personas se nieguen a renunciar a su sí mismos porque las desazones de la contingencia no podrán quebrantar al fundamento de sus ideales, aquí, este no-renunciamiento se muestre cuasi épico y más real en las instancias fundacionales de repúblicas, estados, países, naciones etc., hablamos de patriotas, próceres, y si hemos de trasladarnos a nuestro hoy, revisten el carácter de revolucionarios, críticos y luchadores ante la desigualdad reinante en la provincia y la Nación.
La no-renuncia a uno mismo, implica que tales personas al ser convocadas a ejercer cargos públicos dependientes de organizaciones gubernamentales, no lo hacen porque lo estatal suele hallarse sujeto al signo de lo partidario con su sinécdoque metodológica a la hora del gobernar, por el cual desde el trasfondo de las no-renuncias, es donde se deben considerar las renuncias señaladas.
Pues, las reglas de juego y a las que se deben respetar y que al ser vulneradas lleven a la renuncia, no son establecidas por la ausencia de probos ni por valores irrenunciables sino para desembarazarse de personas e instituciones indistintamente dado el fervor coyuntural que reina entre unos y otros, así, útil no útil, servicial, aliado etc., torna perimido el concepto de lo irrenunciable, por la liviandad epocal que sitúa lo accidental, lo eventual, lo circunstancial como algo esencial.
Ahora, la batalla ganada de lo circunstancial y la renuncia como remedio para corregir conductas, sean efectos de un mayor renunciamiento al cual no se ha sabido concientizar, el hacer algo sin la propia significación, por el cual la alienación mande como resultado de una época que manda repetir, manda seguir, manda ser rebaño, asimilando mandatos y solos los muy pocos, como los revolucionarios, los críticos y los refractarios al poder de turno, puedan decir no, vale decir, no podrán jamás renunciar a tal condición.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias