Todas ellas deberán caer para llevar adelante este modelo “nacional y popular” al que la Presidenta, en su última aparición televisiva le agregó el calificativo “democrático”.
Cada día surge con menos disimulo la concepción autoritaria con alardes monárquicos que no comprende la incompatibilidad del concepto de eternidad con la inevitable finitud humana.
Esa borrachera ideológica conduce a la práctica diaria de ver a un enemigo en cada opositor, a un desestabilizante en cada expresión distinta y un escollo que debe tirarse por la borda sobre todo cuando quien encarna este papel fue alguna vez instrumento de la construcción propia.
Este papel es el que le asignan al Gobernador Scioli por el mínimo acontecimiento de haber manifestados sus deseos de ser Presidente.
Ni siquiera alcanzó para morigerar la reacción de la Jefa y su guardia la aclaración de que su pretensión sólo correría si ella no era candidata.
El acto de inauguración de otra piedra fundamental de una empresa en General Rodríguez mostró los comportamientos de la Presidenta y el Gobernador en su primera cercanía luego del retaceo de recursos que obligó a Scioli a anunciar el pago fragmentado del aguinaldo a los empleados de la Provincia.
La Presidenta usó la cadena nacional de radio y televisión para cachetear al Gobernador como seguramente nunca lo hizo ni con la fugada Florencia ni el robusto Máximo.
Da vergüenza ajena la escena de una mujer alterada acusando sin medida a un Gobernador de amianto que “con fe, con alegría y con optimismo” parece una estatua que mira para abajo y respira como pidiendo permiso.
Si no fuera que a todos nos involucra la situación porque somos ciudadanos de un mismo País el comentario ni valdría la pena.
Pero lo más grave es que en en medio de la histeria la Presidenta mostró sin maquillaje y a cara lavada la esencia autoritaria que le es propia por formación, por pertenencia y por naturaleza.
“Seguiremos ayudando a las Provincias” dijo.
Ahí está el núcleo del peligro.
Una a República necesita que el Gobierno gobierne.
El Poder Democrático no es una sociedad de damas de beneficencia ni un club de amigos solidarios.
El intento de mantener este esquema centralista que transforma a los ciudadanos en mendigos de la voluntad del príncipe es la raíz de todos los males.
Si el Gobernador reacciona le puede dar una mano a la Democracia.
Si no. Allá él.
El tema es que no admitamos el allá nosotros.
Por eso es fundamental que desde ahora los partidos políticos alicaídos y ausentes se pongan en marcha para instalar como bandera común en las elecciones de medio tiempo del año que viene la consigna de lograr la mayor cantidad de bancas propias en el Congreso para impedir la maniobra de reforma constitucional con reelección indefinida.
Desde su individualidad cada uno de ellos o los frentes que puedan conformarse harán luego sus propuestas.
Pero el rechazo a la reforma con reelección debe ser un objetivo común si es que queremos dar el salto de calidad institucional que despeje los peligros que nos acechan.
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