Claro, esto que hemos señalado obedece a una faz descriptiva de un bar, sin embargo, un bar es mucho más que eso, porque paradojalmente un bar se convierte en un bar, cuando, supera lo dicho y sin convertirse en otra cosa, incluye a lo dicho pero se distancia a lo dicho, tal como sucede con el bar Las Orquídeas en el Meliá Cayo Guillermo, destino en la maravillosa Cuba.
Cuando decimos el bar Las Orquídeas lo primero que emerge son ciertas presencias ligadas a él, hablamos de los incomparables Wilmer, Roberto y Luis Enrique y otros barman más, que hacen del bar, justamente un bar, porque allende a sus capacidades profesionales se destaquen sus personalidades y junto con la arquitectura de Las Orquídeas, configuren una condición muy particular que invita al estar, ¡Y cómo se puede estar en un bar que no sea bebiendo?
El contexto que se suscita no lo impone el turista, sino que el turista se acoge a la sugerencia tácita e invisible de nuestro fantástico bar, ¿quien no podrá llevar en la memoria la voz ronca del inefable Wilmer, o la presencia silente y amable de Roberto creador in situ de un fantástico trago que llamo “Varadero”, como la disposición y elegancia de luís Enrique, y las incursiones del siempre simpático Alfredo? y por supuesto, su barra dispuesta en una elegante ese.
El ambiente de Las Orquídeas es la misma que puedan provocar las míticas La Bodeguita del Medio e incluso la misma Floridita, cuna del daiquiri, con la misma justificación a entrar y presente ante todo bar; el tomar un trago y seguir, pero la admósfera atrapante de Las Orquídeas atente contra tal justificación, pues se trate del sin lugar a dudas el más especial en el Meliá Cayo Guillermo, sin desmerecer a nadie y centrado en nuestro bar.
E aquí el signo distintivo de todo bar, el poseer, rompiendo el tácito contrato de un estar meramente como cliente, para apropiarse del lugar y hacerse dueño de él, donde cada turista íntimamente lo conciba como “mi” bar, pero no nos equivoquemos, tal apropiarse obedece a que Las Orquídeas, previamente, se hubo apropiado también de nosotros, dando comienzo a una curiosa dialéctica entre lo ajeno y lo propio, constituyendo ese notable espacio del nosotros como lugar único e irrepetible entre los unos y los otros, porque Las Orquídeas, sin distinción alguna, nos pertenezca a todos, más allá que lo dicho nos recuerde a consignas socialistas, siempre vigentes en la amigable Cuba
Juan Oviedo
SiGesellnoticias