como parte piramidal de tal sistema.
Desde una mirada sociológica tales autoridades quedan trazadas por el denominado estatus o sea, posiciones definidas socialmente como el implicado entre el profesor y el alumno y allende a ello, un conjunto de conductas y comportamientos denominados rol, porque la jerarquía no justifica actuar como se me antoja, sino sujeta a una serie de consideraciones como el respeto por ejemplo.
Aclarado ese punto, puedan existir casos donde se provoquen tensiones, cuando la autoridad confunde su jerarquía administrativa con superioridad ontológica, vale decir, según la distinción señalada, lo que esa autoridad piensa, siente, su criterio etc., ser el que impere y es lo que valga sustentado desde la condición de ser autoridad, la petición de principio es clara y la falacia desnuda la pretensión interna de tal individuo, su superioridad ontológica.
Para aclarar lo que estamos diciendo habremos de hipotetizar un ejemplo y que nos ayude a entender lo que decimos.
Nos situamos en un colegio cualquiera en el día 20 de setiembre, alumnos del último año de estudios deciden hacer su festejo del día del alumno en la escuela y parte de ese festejo consista en decorar un mural, pintar porque eso ha sido permitido, pero también, los alumnos deciden traer música e improvisar un boliche bailable. A tales efectos ellos se tomen la molestia de traer equipos, luces al colegio y después tapar las ventanas del aula con cartones, decorarlo, tratando de reproducir un espacio bailable, y fenómeno logrado porque cuando los alumnos cierran la puerta del aula, ¡ésta era una suerte de boliche!
La originalidad realizada consista en un ida y vuelta de profesores que van a ver el aula transformada, sacarle fotos congratulados con tal acción junto al beneplácito de los otros alumnos de la escuela, así, risas, bailes, fotos, un agradable clima de esparcimiento reinar y de pronto, ¡se corte la luz!
Y momento de la autoridad de turno de su irrumpir en el lugar, ¡¡¡porque el corte de luz fue realizado por ella!!!
Hasta aquí nuestro hipotético relato y ejemplo.
Al momento de interpretar tal hecho, el mismo escapa al análisis de la violencia simbólica porque se trata lisa y llana violencia física, porque estamos frente a un hecho represor y una acción represora amparada en la fuerza de la autoridad pero desde la confusión anteriormente señalada, el sistema jerárquico solo ampara jerarquías administrativas y no ejercicios de autoritarismo con sus pertinentes abusos, y sin embargo, sin lugar a dudas que se trató de un hecho represivo, coartar el manifestar festivo de un grupo de alumnos.
Entonces, la pregunta, tal festejo ¿puso en juego el orden preestablecido de la escuela?, y respondemos por si, entonces, ¿cuál fue el orden jaqueado?, el no haber pedido permiso a esa persona para instalar la música y las luces en el aula, el pasar sobre ella –según ella- de los alumnos como autoridad, el no reconocerla como tal, justo a ella que continuamente busca dejar claro que es la autoridad, y algo por lo que permanentemente se esmera y trabaja día a día para posicionar tal idea en su contexto institucional.
Ahora bien, el hecho de cortar la luz da a entender que la posibilidad del acuerdo o el consenso con los alumnos quedar como trunco de antemano porque la institución escolar en esos momentos bajo su ejercicio se torna vertical y de subordinación por los agentes o los alumnos, aspecto paradojal si se recuerda que en el senado el voto a los 16 años y la discusión de la currícula con profesores está en curso, esta represora amparada en el principio de su autoridad, no sólo coartó sino que colabore en su diario gestar en la construcción de espíritus sumisos atentando contra los cimientos de lo democrático que hacen del acuerdo, los consensos y el diálogo su razón de ser.
Por eso nuestro hipotético ejemplo escapa al análisis de una violencia simbólica ni tampoco se hace eco de los aparatos ideológicos, sino que se trate de una simple mentalidad represiva, aunque, impune por su accionar, vale decir, que no provoque castigo alguno su ejercer, y aquí este el meollo de la cuestión, pues ¿quien protege a las víctimas de los autoritarismos reinantes?
Y si bien se entiende que aquellos que determinan lo que es una falta, son los que detentan el poder y se deben a una verticalidad, los entrecruzamientos entre criterios y jerarquías, entre autoridad y abuso de autoridad estén a la orden del día provocando su correspondiente tensión en las instituciones escolares
La escala verticalista que reclama subordinación debe ser revisada porque tales ejemplos de verticalismo que buscan obediencia y subordinación lo encontramos en el sistema castrense donde no se debe cuestionar y si acatar, la obediencia por sobre razonamientos, la autoridad para castigar y no para acompañar, la docilidad y la sumisión al ministro, al inspector, al directivo, al docente y al “habitus” incorporado en la inculcación, al que hemos recibidos tempranamente en nuestras vidas del sistema escolar, todo debe ser revisado, todo, para que no vuelvan los cortes de luz.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias