La mitología cuenta que un tal Baco (Dios romano el vino) creó en su primer día en la Tierra el vino blanco. Lo probó, y al ver que era bueno, al segundo día creó el vino tinto. Al ver que había superado su creación, el tercer día creó otro vino. Al probarlo descubrió que aún era mejor, al observarlo comprobó que era “rosado” y entonces sonrió, preparó una tapas, una frapera con hielo y se fue al patio del Olimpo a deleitarse con su creación.
La vitivinicultura nacional elabora vinos rosados desde hace muchos años, pero los comienzos fueron algo controvertidos, ya que la falta de calidad contribuyó al descenso en su consumo y quedaron relegados del gusto de la gente. Solo hacia fines de los 70, alguna que otra bodega, y sobre todo la Weinert, de la mano de Don Raúl de la Mota (gran maestro de la enología local) comienza a elaborar MONTFLEURY un rosado de calidad, con atributos sensoriales destacados que lo convirtieron en un vino con estilo y personalidad, pero que remaba solo contra la corriente.
Hoy en día, sigue siendo uno de los mejores exponentes nacionales elaborado con el aporte del malbec y carberner sauvignon más el agregado del 1% de gamay (cepaje de los emblemáticos beaujolais franceses)
Por su pasado es que la gente se inhibe de probar un vino rosado, al cual imagina soso, corto y dulzón. Por el contrario, un rosado presenta características únicas, es un vino sabroso, desbordante de aromas, de paladar seco (sinónimo de calidad) y altamente refrescante. Las notas frutadas, florales y herbáceas lo posicionan como un vino encantador, ideal para beber en todo tipo de ocasiones y muy versátil a la hora de maridar. Armonizará tardes y noches primaverales acompañando tapas, quesos, sushi, un exquisito salmón grillado, pastas con salsas livianas (combina plenamente con la acidez del tomate fresco y en salsa), todo tipo de tartas y comida mediterránea y deslumbrará con unas mollejas bien doradas y crocantes a las brasas.
La elaboración de un vino rosado no es sencilla, la mano y presencia del enólogo son fundamentales para obtener un excelente vino. Apenas algunas horas de maceración (proceso de transferencia de la materia colorante del vino presente en los hollejos) darán ese aspecto encantador que comienza a seducir desde la vista, ya que puede variar notablemente su color presentando unos tonos rosa pálidos, otros más intensos hasta llegar a los tonos cobrizos.
Un vino rosado puede obtenerse de dos maneras: La primer, y partiendo de la selección de uvas tintas, fermentando el mosto levemente coloreado por una maceración tenue o parcial y continuando el proceso de vinificación como si se tratara de un vino blanco. (Los franceses llaman “Blanc de Noir” a estos vinos, que significa blanco de tintas o negras). Y la segunda, es la conocida como sangría. Este proceso se utiliza en la elaboración de tintos Premiun, donde la concentración de materia colorante es de vital importancia, para ello, se separa parte del mosto cuando comienza la maceración, entonces, a menor cantidad de líquidos con el volumen de sólidos, mayor concentración de color. El producto retirado no se desperdicia, continúa la fermentación y al provenir de una vinificación de alta calidad se convierte en un rosado destacable.
Si bien la primavera ayuda a disfrutarlo, creo que es un vino para beber todo el año, ya que se adapta a todo tipo de comidas y que presenta diferentes matices de acuerdo a su temperatura de servicio. Es un vino ideal para comenzar a beberlo bien fresco (unos 8º) tipo aperitivo y luego retirarlo de la frapera hasta el momento de la cena donde se convertirá, al subir levemente su temperatura, en un vino más aromático y complejo con cualidades de vino tinto debido a su origen. Se reconocerán sensorialmente en él características varietales de las uvas con las que está elaborado
Liliana Garegnani
SiGesellnoticias