Atención e intención

Puestos ante la responsabilidad de administrar el Poder en medio de una sociedad golpeada en lo económico hasta niveles de supervivencia suena lógico que el Estado acuda en ayuda de la reparación de las carencias.

Ante la crudeza de la realidad, es imprescindible atender con urgencia los requerimientos mínimos que ayuden a la gente más golpeada a contener la caída e iniciar la vuelta a la mínima normalidad.

En este sentido, el Gobierno ha hecho lo necesario para acudir en la ayuda de los sectores más débiles de la sociedad.

Sería motivo de otro análisis la valoración cuantitativa y cualitativa de esa presencia del Estado.

Lo cierto es que multiplicidad de planes sociales anuncian la preocupación del Gobierno para paliar angustias.

Más vida, Asignación universal por hijo, Argentina trabaja, Envión, Envión educativo, Jefes y jefas de hogar, Emprendimientos productivos, Conectar igualdad, Créditos para micro emprendimientos son, entre muchos otros, los títulos que pueblan el menú oficial de atención y promoción social.

Si bien estos programas, a los que deben sumarse las acciones que llevan adelante las Provincias y cada uno de los Municipios muestran en teoría una dedicación importante de parte del Estado, la realidad, ¿cuándo no?, se encarga de empañar los vidrios y mostrar deficiencias.

Sucede que pese a haber vivido una etapa excepcional de crecimiento de la economía en los primeros años del pingüinismo, el número de pobres no deja de crecer.

El cálculo que publica el Gobierno medido con los datos falsos del INDEC están muy lejos de la realidad.

El hecho de que se haya asegurado que con $ 5,75por día es suficiente para desayuno, almuerzo, merienda y cena de una persona releva de cualquier comentario.

Mas allá de que estos números fueran reconocidos como ciertos, una verdad irreductible les quitaría valor humano.

Porque por encima de estos programas discursivamente sustentables sobrevuela el sentido final de su existencia.

El tiempo transcurrido sobra para verificar que la intención última de los servicios no es la apertura de un camino de realización personal ni el incentivo a la recuperación de la dignidad perdida.

Sólo se busca transformar al ciudadano en un cliente atado al mandato del Poder al más puro y estricto sentido clientelar de la actividad.

Si alguien duda, preocúpese por encontrar en sus círculos de relación alguna persona que efectivamente haya logrado reiniciar el camino del trabajo que le permita alimentar, educar y curar a sus hijos.

Busque algunos que deberían formar parte de la pléyade de anuncios de los que dejaron de ser pobres.

Más fácil será encontrar la actitud triunfalista de un funcionario y sus “compañeros de base” que festejan la apertura de un comedor comunitario.

En verdad, el festejo debería tener lugar el día que el comedor se cierre.

Esa sería la alborada de una sociedad nueva, progresista y libre de las ataduras que hoy se multiplican procurando mantener a flote un barco que ya tiene el agua por sobre su línea de flotación …

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