Se notaba su esfuerzo y su cometer, sus acordes acompañaban el desayuno por las mañanas en el hotel, sin embargo, la gente, mucho más atenta a lo que iría a desayunar hacía que el esfuerzo de Dulce y su arte, pasara totalmente desapercibido y ella, sabía tal situación, por ello cuando fue escuchada atención y aplaudida tras su ejecución, miro sorprendida y extrañada, pues ¡había sido escuchada!
Su nombre y apellido es Dulce María Martínez cuenta con cincuenta pero rescata que hace cuarenta y dos que es pianista, claro, cuando uno se pone a sacar las cuentas inmediatamente aclara que su madre, le comenzó a enseñar siendo ella muy pequeña. La madre de ella actualmente tiene ochenta y tres años y por supuesto, aun toca ese instrumento maravilloso que es el piano.
La charla con Dulce fue corta y amena y siempre rondó acerca de ese fenómeno de no ser escuchada hasta el punto de preguntase si era una suerte de monstruo ya que la gente pasaba al lado sin registrarla siquiera o quizás de serlo, sí registrarla, donde uno de sus sueños sería cambiar donde tocar, pero situación de por si bastante improbable.
Me pregunto qué quería escuchar y ante mi duda y mi nacionalidad me dedicó un tango, el cual fue acompañado al finalizar con otros aplausos extras y por supuesto, me hizo recordar a aquella otra artista cubana llamada Cecilia Ruiz que supe conocer en el lobby de otro hotel ejecutando Adiós Nonino de Astor Piazzola.
Día a día Dulce llega por las mañanas, cruza algunas palabras con el personal de la recepción que atiende el comedor y se presta a tocar sus melodías, con la esperanza de recibir el verdadero valor de todo artista, ser escuchado, mucho antes que los reconocimientos y los aplausos, porque en lo otro….. se inicien estos.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias