Han de sucederse apelaciones de un lado y del otro hasta que por fin sea la Corte de Justicia la que termine con el litigio.
Todo el trámite ha hecho que de la misma forma que todos nos transformamos en Directores Técnicos cuando juega la selección, todos seamos ahora expertos juristas capaces de analizar los hechos, anticipar los resultados y alimentar la inveterada manía de afirmar que “yo te lo dije”.
El Gobierno, que ha demostrado una capacidad inigualable para transformar malas en buenas y negras en blancas, usará toda su artillería para distraer y anticipar la fiesta.
No es novedad, porque ya lo hizo con la maniobra finalmente frustrada de nominar el “7 D” como la fecha fundacional que no fue y cambiar la bailanta del 9 en la Plaza por un rebuscado festejo de los Derechos Humanos y los 29 años de Democracia.
Fue el día de las reivindicaciones de Irigoyen y Alfonsín que hizo la Presidenta asumida como “compacorreligionaria” y completó con su rebuscada teoría de los “fierros militares, los mediáticos y los judiciales”.
Todo esto ocurre mientras el País se entera de la merma en los puestos de trabajo, el crecimiento de la informalidad laboral y la inflación incontenible que muerde los salarios con la voracidad de una invasión de langostas.
Si ya han logrado dividir a la sociedad en dos partes, la propia y la otra, están ahora ampliando su capacidad corrosiva para armar tres sectores.
Uno, que por capacidad profesional, analiza en serio los aspectos jurídicos del tema.
Otro, que por ánimo de participación cívica mira sin comprender, pero al menos mira.
El tercero, ampliamente mayoritario, es el de la gente de a pié que ni tiempo tiene para entreverarse en el laberinto de recusaciones, cautelares, “per saltums” y toda la gama de “abogacidades” posibles.
Estos son los que se sienten víctimas de la injusticia al saber que los violadores salen de la cárcel para volver a violar, los ladrones para volver a robar.
Son los padres de los alumnos ya amenazados por el sindicato que anuncia que no comenzarán las clases.
Los que miran absortos como rompen y roban negocios y la Policía no mueve un dedo.
Los que vieron a la Secretaria de los jueces tucumanos lagrimeando mientras leía la absolución de los involucrados en la desaparición de Marita Verón.
Los que no tienen agua, ni cloacas ni electricidad.
Si alguien apareciera no a decir lo mal que estamos sino a anunciar qué y cómo haría para que empecemos de a poco a estar mejor, llegaría la hora de esbozar una sonrisa de esperanza.
Hay tiempo, pero no todo el tiempo
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