Salir de la capital de Misiones hasta Puerto Iguazú implica recorrer tales ondulaciones a lo largo de de 317 Km. hasta devenir en caminos empinados dados por la topografía de la provincia, tal trayecto es recorrido desde la tuta 12, se trata de una carretera en buen estado de conservación, con tramos de tercera trocha lo que la hace muy segura.
Es un poder hipnótico” supo decir, Roland Joffré, acerca de las cataratas y director del film “La Misión”, y que nos pone una vez más en la palestra el fenómeno de la naturaleza, su sentido, su condición de espejo y lo que pueda simbolizar para el hombre, por la fuerza misteriosa que representa todo lo natural.
El hecho que se refieran a las cataratas del Iguazú, como una de las nuevas 7 Maravillas Naturales del Mundo, formadas por 275 saltos de hasta 70 m de altura, alimentados por el caudal del río Iguazú y los cientos de miles de turistas que las visitan, no alcancen a reflejar la atávica condición de la naturaleza al cual nos hemos escindido al romper con ella en nuestra modernidad, donde hombre y naturaleza habrán de oponerse.
Y oposición puesta en tela de juicio cuando nos encontramos ahí, allí, frente a algo extraordinario, distinto, diferente en todos los sentidos de las palabras, sólo ahí podemos comprender tal salto pero no de las aguas del río Iguazú sino del estar escindidos de eso natural.
El contacto con la naturaleza implique una refracción al provocar un efecto contrario al de la cultura porque esta creación nuestra, más allá que nos provoque o no nada diferente por nuestro cotidiano estar en ella, no pueda competir ante el contacto directo con lo natural y su poder que irrumpe en cada uno de nosotros, primero como ignorada realidad y después, en posicionada experiencia, vivencia, asombro y sorpresa de tal inmediatez.
Las previas disposiciones queden superadas, chicas y se desmadren ante el vivo contacto que lo natural siempre provoca por su plasmar directo, por ello es sonido, es color, es flora, es fauna, es bramido, lejos de la estridencia, lejos del cromatismo, lejos del jardín y del zoológico, lejos de los ruidos, por ello la naturaleza refracta nuestro estar inmerso en las representaciones y nos oxigene su contacto inmediato, franco, sin virtualidad alguna y fuente en donde abrevan nuestras disposiciones y eco de la telaraña de la cultura.
Si como definió Joffré “nos hipnotiza”, es porque nos separa de la alienación de nuestro tiempo y nos devuelva a ese otro tiempo de la niñez, del estar nuevamente viviendo, jugando e imaginando, del dejarse estar, dejarse llevar como la cruz de La Misión, pues tal imagen implique la más cardinal de todas ante la condición fundamental de la naturaleza y su efecto brutal en nosotros, porque es un choque brutal, es salvaje, es indomable, es majestuosa e irracional, pues no puedes consensuar con ella, te subordinas o por el contrario, la destruyes, pero nunca pactar.
Acostumbrados a que un forestar sea llamado bosque, unas dunas como desierto o las playas como el mar nos señale ese no pactar, pues no exista tal experiencia brutal ante el forestar, la duna y esa playa, porque lo primordial, se halle ausente: el poder de lo natural.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias