Afortunadamente y de casualidad, es precisamente por estos días donde estamos sabiendo de manera incontrastable que lo que muchos decían y otros tantos sospechaban era cierto.
Nunca habremos de saber todo, pero que estamos confirmando sospechas no hay dudas.
La corrupción televisada mostrando pruebas incontrastables son más que suficientes para saber quiénes y cómo nos están gobernando más allá que la Justicia se atreva o no a actuar sobre los ladrones y sus cómplices.
Por lo demás, hay que tratar que esta novela policial por entregas no ocupe el total de nuestras preocupaciones.
No porque no lo merezca sino porque una sociedad que aspire a mejorar sus condiciones de vida, a proyectar su futuro y a construir su desarrollo, tiene que atender otros tópicos que le son obligatorios.
Aturdidos por el tronar de los bolsos que van y vienen, los aviones que surcan el aire con su carga de corrupción y las infantilidades intelectuales de los pensadores de “carta abierta” se nos puede escapar que otra vez los 4,5 millones de alumnos de la Provincia de Buenos Aires volverán a ser víctimas inocentes de la huelga de sus maestros.
Ya ha sido dicho desde aquí la consecuencia que provocan las aulas cerradas, que hace innecesaria su repetición.
Quizás la novedad sería que alguien se retire unos pasos del fragor de la lucha por un aumento de sueldo, que es en verdad el único motivo que moviliza el reclamo docente, y se ponga a pensar una manera distinta de funcionamiento que asegure a los chicos que las escuelas van a estar siempre abiertas y que, además, la calidad educativa que en ellas se brinde sea distinta y mejor que la que hoy reciben.
Si no se sale de este esquema meramente presupuestario y no se reforma la legislación que regula la actividad docente, la solución es imposible.
Puede ocurrir que alguna vez los recursos disponibles coincidan con las pretensiones económicas de los maestros.
Pero en verdad si así fuera, nada cambiaría.
Hay que sentarse a imaginar un sistema distinto, que copie los modelos de los países que hacen de la educación de sus jóvenes el capital fundamental de su desarrollo.
Tal es el deterioro que ya no puede considerarse un éxito de cualquier Gobierno que no haya huelgas docentes.
El éxito sería que los chicos aprendan.
La mentira de los famosos 180 días de clase, (en Japón tienen 210), debe terminar por lo cuantitativo y por lo cualitativo.
Si en las condiciones actuales los días de clase fueran 300 igual ocurriría que el 50 % de los alumnos de 15 años no comprenderían lo que leen.
Tal es el grado de complicidad que mezcla a autoridades y maestros, que ellos mismos se encargan de esconder bajo la alfombra la basura más grande.
En Mar del Plata, por ejemplo, hace 15 días que no hay clase en más de una docena de escuelas tomadas por sus alumnos igual que la sede del Consejo Escolar del Distrito.
Con la mitad de lo que cuesta una actuación de Pimpinela en la playa alcanzaría para hacer las reparaciones edilicias que provocan el reclamo.
Los maestros fueron a ver el dúo de cantantes en la rambla y no dijeron ni una palabra.
Por otro lado, como el dirigente sindical Baradell responde políticamente a Martín Sabatella, que como candidato a Gobernador compitió con Scioli y arañó el 5 % de los votos, la intención es hacer todo el daño posible para trepar por el patio de atrás ya que no pudo hacerlo por la escalera del frente.
La Presidenta, como una extraña, no es ni nombrada en los reclamos.
Es como si fuera la reina de otro País y su responsabilidad se limitara a saturarnos con la cadena nacional.
De tanto hablar, es inevitable que le ocurran atrocidades como la de hace unos días cuando en el Colegio Nacional de La Plata dijo que aquí no había desaparecidos.
A unos metros estaban los familiares de José Julio López, que era platense y no es, desgraciadamente, el único desaparecido durante esta década.
Como nada importa más que la elección que puede revivir el sueño de la reelección eterna, hoy estaremos de fiesta.
Las escuelas cerradas del lunes, desde la concepción política kirchnerista son una ayuda, porque para ellos el cálculo dice que cuanto menos se enseña más se puede permanecer en el Gobierno.
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