Aquél Menem que es rama de la misma planta que el Gobierno actual sigue vivo aunque traten de ocultarlo.
Hemos vivido una década de supuesta superación de los tiempos del riojano, pero hay elementos que sobradamente demuestran que los intentos de diferenciación son apenas maquillajes especulativos que no alcanzan para hacer aparecer una revolución que reemplace la esencia conservadora y autoritaria que es propia del Partido de Gobierno, por origen, práctica e ideología.
Si hoy el Jefe del Ejército es un militar que participó de la represión de la dictadura y tiene además un patrimonio personal incompatible con sus ingresos, no es casualidad ni habilidad suya para infiltrarse en un grupo distinto que él.
Por más especialista en Inteligencia Militar que sea, no estaría en el lugar en que lo designó la Presidenta si hubiera un sentido real de progreso y lucha a favor de la causa popular.
Es cierto que ante la proximidad del final, no le alcanzó a la Presidenta el poder para contar con la aprobación del Senado para el ascenso al más alto grado de la estructura militar del general Milani.
Ante la derrota, la Jefa de Estado optó por la postergación del debate cuando en verdad debió echarlo sin miramientos.
Ocurre que la mano dura pega a miembros de rango menor, con lo que se construye el relato de la épica revolucionaria.
Es, para medirlo con justeza, la cacería de leones en el zoológico o en la jaula de un circo.
Cuando la reapertura de la ESMA el presidente muerto se ufanó en pedir disculpas al pueblo porque la Democracia no había hecho nada a favor de los desaparecidos.
Se olvidó que Alfonsín, en condiciones que él ni conoció, sometió a juicio a las Juntas militares con un valor que la pareja de abogados en el sur sólo usó para rematar casas a afectados por la 1050 de Martínez de Hoz.
Mientras la actual campaña electoral procura la despolitización de la política, vale recordar que hay en el ADN d estos sectores un sesgo ideológico de derecha que ya tuvo expresión en 1974.
En ese tiempo, los montoneros armaron una actividad conjunta con el ejército que se llamó el “Operativo Dorrego” que juntó a jóvenes y a militares en tareas de ayuda a la comunidad frente al drama de las inundaciones en el nor oeste de la Provincia de Buenos Aires.
En esas cabecitas locas, como en estas, habitaba el sueño de un ejército al servicio de la concepción totalitaria que no han abandonado.
Hasta hicieron un desfile cívico – militar, los hombres de verde con sus armas al hombro y los”cuadros militantes” con palas y picos al hombro, en perfectas escuadras de prusiana inspiración.
El Jefe de las tropas era el General Albano Harguyndeguy, el mismo que fuera luego el sanguinario Ministro del Interior de la dictadura.
¿Qué tal?
No es, entonces, una casualidad que la Presidenta que se sueña una Juana Uzurduy tenga como Jefe del Ejército a un represor.
Es una permanente que no abandonaron nunca y que apareció ahora ante el desconcierto del final.
La Comandante en Jefe de un País Democrático, si escucha que un subordinado de alto rango dice que hay que poner el Ejército al servicio del proyecto de un Partido, debe bajarlo del palco en ese mismo momento.
Es claro que para ello, ni una ni otro debería ser lo que son, aunque el respeto por las Instituciones nos obligue a esperar el vencimiento de los plazos que sabiamente establece la Constitución.
Hay que aprovechar, sí, las urnas que vienen para poner freno y un poco de orden.
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