La más notable exhibición de la vuelta de campana fue lo que enfáticamente se llamó la “estatización de YPF”.
Están aún frescas las caras rebozantes de Patria y soberanía de los muchachos que celebraban la afirmación del entonces Vice Ministro de Economía Axel Kicillof diciendo que en vez de pagarle un peso a Repsol serían los españoles los que deberían pagarnos a nosotros por la contaminación ambiental.
En lo que fue destacado como una clase magistral ante el Congreso de la Nación dijo “los tarados son los que dicen que el Estado tiene que ser estúpido y pagar todo”.
Carlos Marx, su mentor ideológico, lo escuchaba orgulloso.
Han transcurrido sólo 19 meses y el acuerdo impulsado por el mismo personaje compromete a la Argentina a pagar a Repsol 5.000 mil millones de dólares que, según cláusulas confidenciales, terminarían siendo 8.000 mil millones.
Y esto no es sino una muestra de la vuelta a la normalidad.
Sumemos el precio de los combustibles, la pérdida de reservas, el anuncio de la revisión de los subsidios en servicios públicos y como consecuencia de ello el aumento de tarifas y, como telón de fondo, la inflación galopante.
El nuevo Jefe de Gabinete, Jorque Milton Capitanich, alias “Coqui”, habla y habla parecido a Aníbal Fernández cuando éste ocupaba su lugar.
Tiene respuesta verbal para todo y todas las cuestiones que se le presenten.
Pero por más cháchara que emplee en el fondo campea el anuncio del ajuste que tocará hasta al “Fútbol para todos” y a todos los que van al fútbol.
Los monstruos que fueron, FMI, CIADE, fondos buitres, Club de París, son ahora tablas de salvación ante el siniestro.
Ocurre que a la fiesta, como a todas las fiestas, hay que pagarlas.
Los “muchachos para la liberación” guardan un vertical y respetuoso silencio.
Hacen bien, porque aunque tarde es bueno admitir que siempre se cosecha lo que se siembra.
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