“Día conocido por Dios desde la eternidad, predestinado por su Providencia para marcar sus vidas con el sello imborrable del sacerdocio. Día preparado durante muchos años, como momento de gracia singular, en que la vida se define de manera irreversible. Día en que reciben en un instante un don definitivo de gracia, que motivará una acción de gracias extendida por el resto de sus días y que se prolongará en el día sin ocaso de la eternidad. Día memorable para ustedes y para esta Iglesia diocesana de Mar del Plata, que en los cincuenta y seis años de su historia nunca alcanzó a tener este número de ordenandos”, inició diciendo en su homilía, el obispo diocesano.
“Para que sirvan como inspiración, y estímulo” el prelado citó palabras de San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Juan María Vianney y del Beato José Gabriel del Rosario Brochero, sobre el sacerdocio, y sobre éste último recordó “en lenguaje campero, sencillo y cercano al pueblo en el cual vivió y se entregó, el Beato José Gabriel del Rosario Brochero escribía a su obispo: ‘Yo bien comprendo que la carrera eclesiástica se toma, para trabajar en bien de los prójimos hasta el último día de la vida, batallando con los enemigos del alma como los leones, que pelean echados, cuando parados no pueden hacer la defensa. El sacerdote que no tiene mucha lástima de los pecadores es medio sacerdote. Estos trapos benditos que llevo encima no son los que me hacen sacerdote; si no llevo en mi pecho la caridad, ni a cristiano llego’. El mismo cura nos ha dejado una síntesis de su celo de pastor en frase inolvidable: Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta, sentado confesando, o explicando el Evangelio”.
Con afecto de padre, monseñor Marino les expresó, “queridos hijos, los conozco y los he tratado desde su ingreso en el Seminario San José, cuando aún ignoraba que un día iba a tener el gozo de imponerles las manos y ordenarlos sacerdotes para la diócesis de Mar del Plata. Hoy los recibo con afecto de padre para integrarlos en el presbiterio y enviarlos a apacentar el rebaño de Dios. ¡Bienvenidos a este oficio sacerdotal! Junto conmigo dicen lo mismo sus colegas presbíteros que los preceden”.
“Deben saber que al regalo inmerecido e irrevocable que el mismo Cristo les hace, debe corresponder la ofrenda sin retorno de sus vidas a Él trabajando por la más hermosa de las causas: anunciarlo como único Salvador que trae al mundo la Vida en abundancia. El sacerdote no tiene una vida privada al margen de su ministerio. Incluso en las horas de necesario descanso y sano esparcimiento, su vida está impregnada por esta entrega. Pero no estarán nunca solos. El Señor, cumple su promesa dándonos su Espíritu”, manifestó el pastor de la Iglesia Católica de Mar del Plata.
“El santo sacrificio de la Misa, donde ejercerán en síntesis las funciones de enseñanza, santificación y gobierno del pueblo de Dios, debe recordarles cada día que lo realizado en el sacramento debe hacerse carne en todas las circunstancias de la vida”, recordó el Obispo.
Finalmente, pidió a la Virgen, por los nuevos sacerdotes, “que tu intercesión maternal los custodie siempre, según tu habitual misericordia y les alcance la gracia de la fidelidad perpetua, la constancia en las pruebas, el heroísmo en la hora de la cruz, la fecundidad del grano de trigo que cae en la tierra para resucitar multiplicado”.
Inmediatamente después de la homilía comenzó el rito de la ordenación sacerdotal, se inició con las promesas, y luego el Obispo impuso las manos en la cabeza de cada uno de los diáconos que se convertirían en sacerdotes, realizó en silencio la oración de consagración. Luego los seis jóvenes se postraron en el suelo como símbolo de total sumisión ante la majestad de Dios y a la vez de su total disponibilidad a la acción del Espíritu Santo, que desciende sobre ellos, como artífice de su consagración. El gesto indica además, que el ordenado acoge en su propia vida la cruz y se hace “suelo” para llevar los hombres a Dios; mientras todos los fieles cantaron las letanías a los santos implorando la gracia de Dios en favor de los candidatos. Finalmente los seis nuevos sacerdotes fueron ungidos en sus manos con el santo Crisma y recibieron de manos del Obispo un cáliz y una patena. La Catedral estalló en aplausos en honor a los nuevos presbíteros de la diócesis. La misa continuó con los seis recientes sacerdotes, que junto a monseñor Marino por primera vez consagraron la eucaristía.
Los neosacerdotes ya tienen destinos pastorales: Santiago Arriola, será vicario parroquial en San Pío de Pietrelcina, en Faro Norte; Christian Caballero, vicario parroquial en Inmaculada Concepción de Villa Gesell; Tomás de la Riva, vicario parroquial en Santa María del Carmen de Lobería; Maximiliano Frías Narvaez, vicario parroquial de Sagrada Familia y San Luis Orione del Puerto de Mar del Plata; Juan Andrés Rosso, vicario parroquial en Medalla Milagrosa también de Mar del Plata; y Andrés Seguy, será vicario parroquial de San Marcos, de la misma ciudad.
Colaboración Jimena Ciuró
SiGesellnoticias