Es posible que nunca se acostumbre ni se resigne el pobre tipo que hace 20 días que no tiene luz ni agua en su casa, pero sí puede ocurrir que nos acostumbremos nosotros a ver la escena repetida por los medios, y deje de ser un acontecimiento que alimente nuestra solidaridad y nuestra bronca.
Lo mismo ocurre con los cortes de calles que enloquecen a los sufridos porteños y moradores del conurbano que no saben cómo ir ni como venir a y desde sus destinos de trabajo.
El caos se ha adueñado de la situación y los capítulos diarios de la “novela Capitanich” ya no son, (en verdad nunca lo fueron), parte de la solución sino parte del propio caos.
Hace tan solo poco más de un año, la Presidenta montó en Mar del Plata un acto festivo para recibir a la Fragata Libertad que volvía del papelón histórico de su secuestro en África por 77 días.
Unos lujosos cartelones en las paredes la mostraban en un cuadro con un timón con cara de Almirante y la inscripción “Cristina capitana”.
Hoy, que el barco del País está a la deriva, la capitana no está.
En verdad, abordar el tema es sólo un ejercicio de insípida rebeldía porque lo único que queda en pié es la necesidad de que este Gobierno agote su turno constitucional.
Por eso es que parece más serio mirar para adelante en busca de un faro que señale algún destino cierto.
Lamentablemente, hay poco para ver.
Barios políticos que pretenden seguir en carrera se han encargado de llenar los caminos de acceso a los balnearios de la costa con carteles y pasacalles que promocionan sus nombres y sus caras.
Hay, sí, una coincidencia.
Ninguno promociona una idea.
Consultas realizadas en empresas del ramo dicen que una gigantografía de 4 x 3 metros instalada cuesta unos $ 15.000,00 y los pasacalles de esos que se cuelgan en los alambrados de 10 x 1,5 andan por los $ 6.000,00.
¿En qué pensarán?
La gente que puede irse unos días a la playa no está pendiente de sus nombres.
En todo caso, deberían tener la prudencia y el sentido de la responsabilidad de ir a visitar a los que porque carecen de luz y agua no se pueden bañar.
Los que van a la playa son impermeables a esas caras y esos nombres de oferta veraniega.
Otro gallo cantaría si un cartel dijera “reforma del Estatuto del Docente para cambiar el sistema y asegurar la calidad del servicio”, “basta de libertades de reincidentes” o “nuevo sistema de Justicia que asegure cárcel para los funcionarios corruptos”.
Si así fuera, creo que los turistas hasta detendrían su marcha para llenar un bolso de su equipaje con la esperanza que no tenemos.
Realmente, están mirando otro canal…
SiGesellnoticias