Se trata apenas de una anécdota pero que en sí misma identifica un nivel de confusión que domina al Gobierno en todos sus campos y produce una lógica preocupación ciudadana.
Si bien ya nos resultan familiares las referencias técnicas a la fuga de capitales, la escalada del dólar blue, (¿por qué le habrán puesto “blue” y no “negro” como lo conocimos antes?), la falsedad de los datos del INDEC, la incertidumbre ante las paritarias, la crisis energética, las pérdidas millonarias en dólares de Aerolíneas y hasta la ridícula obligación de pedir permiso para importar o exportar.
Los ciudadanos de a pie apelamos a datos más cercanos y accesibles para saber que estamos en medio de la tormenta sin combustible en los motores, con las velas rotas y el timón sin que nadie lo maneje.
Nuestras referencias más domésticas son la yerba a $ 45,00 el kilo, las ciruelas y los duraznos más o menos igual, la leche a $ 8,00 el litro o el pan a más de $ 20,00.
En medio de este panorama, el Gobierno se muestra paralizado.
Casi no estamos en condiciones de opinar que estamos en buenas o en malas manos.
Más cerca de la realidad es decir que estamos huérfanos de conducción, que es lo peor que puede ocurrir porque la ausencia de autoridad alimenta la falta de orden, la carencia de normas y la exacerbación del sálvese quien pueda.
Los sectores opositores no se muestran tampoco con el grado de coherencia y firmeza que quisiéramos.
Consultados sus dirigentes sobre cómo detener la inflación, como recuperar la economía y como frenar la escapada del dólar, la respuesta unánime hace referencia a un “plan integral” que es, en suma, una manera de hablar Sin decir nada.
En definitiva estamos en medio de una lucha subterránea que no sirve porque no nos sirve.
Si el Gobierno no llama debe llamar la oposición.
No hay lugar para especulaciones menores.
De uno y otro lado deben ponerse a reconstruir la cancha, para luego sí, como indica la sana competencia democrática, jugar el partido según la visión de cada uno.
Lo que no puede ser es esta situación penosa de ver que el agua se escapa por el agujero de la inoperancia y nadie decide taparlo antes de que no quede nada.
Héctor Ricardo Olivera
SiGesellnoticias