“Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color”, continúa el verso.
No es esta columna dominical un comentario literario, pero bien se puede integrar la poesía al análisis político que semanalmente se expresa desde aquí.
Fácil es trasladar la imagen de la princesa del poeta a la de nuestra Reina.
Entonces sí se puede comentar por qué surgen los suspiros y por qué se han perdido las risas y el color.
El Poder es, en Política, la herramienta que hace posible el ejercicio de la autoridad.
El error es imaginar que su ejercicio no tiene límites.
Esta es, precisamente, la equivocación que en la etapa final ocupa el primer plano de la escena.
Luego de dos períodos consecutivos de Gobierno, la realidad demuestra que es insobornable.
No le importa a ella que el soborno haya sido el estilo de la conducta de los funcionarios.
Llega, siempre llega, la exigencia de autenticidad.
La Presidenta se imaginó una abogada exitosa y una arquitecta egipcia.
No lo es.
Como posiblemente alguna vez acompañó desde la periferia alguna marcha tranquila de Montoneros, se imaginó una comandante de la guerrilla.
No lo fue.
Sentada en el sillón de Rivadavia con el apoyo del 54 % del electorado, se imaginó una estadista.
No lo es.
Por eso llegamos a esta etapa final de incertidumbre y confusión.
Los últimos acontecimientos vinculados al serio problema de nuestra deuda con los tenedores de bonos muestran equivocaciones que no parecen cuerdas.
Para reclamar una gestión del Presidente de los EEUU ante el Juez neoyorkino Thomas Griesa hay que suponer que todos los Jueces son Oyharbides.
Para comprometer a las futuras gestiones de gobierno con los 9.700 millones de dólares con el Club de París y los 5.000, (que en realidad son 6.500) millones de dólares con la española Repsol, la que según Kicillof debería pagarnos a nosotros, hay que organizar un plan estratégico de solución con el total de los acreedores.
Casi podría decirse que es tarde para ponerse nerviosa y anunciarlo por cadena nacional con voz quebrada y cara de susto.
Para colmo se pretende que los Partidos Políticos de oposición acompañen en la sanción de una norma de difícil acceso a la legalidad del Mundo capitalista.
La conflictibilidad social creciente, que es la respuesta natural producto de un proceso de una década y media de destrucción del sentido del orden, el respeto a la autoridad y la cultura del trabajo conforma un cuadro de situación que, aunque tarde, explican por qué la princesa está triste
Para regar la esperanza de un cambio que nos saque de tanta tensión, terminemos con tres líneas del mismo poema: “la princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave de oro y en un vaso olvidado se desmaya una flor”
No habrá desmayo si la regamos con agua limpia de corrupción y fresca de respeto a la convivencia democrática.
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