Tal significado hace difícil el valor comunitario o social, cultural e histórico respecto del hecho de escribir por cualquier vecino cuando se disocia lo personal y lo comunitario.
Tal idea de fondo constituya una situación de marginalidad, pues posicionan a cada escritor local como alguien que no tiene ni tendrá un espacio en la historia cultural del pueblo, despojándolo de toda significación, sentido e importancia política, cuando la idea que lo margina es eminentemente ideológica, en especial, si compartimos la concepción de lo político del dramaturgo Bertolt Brecht.
Ahora, más allá de esta categorización la actividad del escritor como tal queda invisibilizada, su labor o la representación de cada palabra desde al trabajo intelectual que ello simboliza queden ocultos y su hacer pase desapercibido, mucho colabore con tal hecho la abulia comunitaria donde ese escritor reside, algo que atenta al desarrollo social por la ausencia de la letra leída y la ociosidad mental que todo no leer significa, sin embargo, hay algo notable que destacar: la simulación hipócrita de las figuraciones en algún momento del año que se llevan a cabo en los pueblos costeros, entre aquellos afectos al fetiche de las palmaditas en las espalda junto a los certificados de reconocimiento del protocolo cultural y la presencia política plasmada en las noticias del día, monedas corrientes en estos lugares costeros y después de los mismos, el retorno a la indiferencia entre unos y otros.
Por supuesto, no puede faltar en tales hechos la presencia de los iconódulos, aquellos que actúan llamando y convocando a exhibiciones en alguna que otra feria y tras esas acciones, todo continúe igual para los escritores convocados, no participen ni se hallen presentes en actividades institucionales del pueblo, sin embargo, es común ver a los colonizados decimonónicos de los iconódulos, reverenciar a escritores “consagrados” de otros lugares.
La abulia e indiferencia señalada, en el fondo comparta cierta condición con el analfabetismo, si bien todo analfabetismo es considerado por la falta de capacidad para saber leer y escribir, y como tal ser combatido arduamente pues atenta contra habilidades cognitivas, emocionales e interpretativas de las personas, no obstante, exista otra variante que pueda superar en calamidad al propio analfabetismo, “¡que aquel que sabe leer, no lea!”, porque el lector no nace sino que se hace y si no hay estímulo a la lectura en la sociedad en donde se vive, difícilmente se lea o si por ventura existen talleres de lectura locales, se lea autores ajenos al contexto regional, entonces, al significado de no lectores se le agregue al de marginal para el escritor local, porque no aporte con sus letras nada, según las consideraciones de esos pocos lectores.
No obstante, exista una dificultad central en el ámbito de los trabajadores de las letras, la edición de sus escritos, este hecho siempre constituya un objetivo difícil y una suerte de espinoso camino a recorrer para todos los escritores costeros.
La publicación de un libro corra siempre por cuenta del propio escritor, y cuando ese libro aparece, el texto sea víctima de la apatía y desidia instalada de tal hecho cultural por la gente del pueblo, y si a la costumbre de no leer se le agregue el grupo reducido de lectores pero que no leen, discuten, divulgan obras locales, entonces, la única alternativa al producto publicado lo aporte el consumo de turistas y la venta de los textos en las librerías locales, pero si ese circuito no es exitoso, entonces, los autores terminen regalando sus libros con el siguiente y nefasto inferir, que tal acción sea infravalorada. Ya que en un sistema donde el valor de algo está dado por el éxito del consumo, aquello que no se compra y se regala, ¡es porque no tiene ni posee valor alguno!
Consecuente con tal acción de abulia, apatía e indiferencia, no cause sorpresa que ningún Gobierno o Institución local se pregunte acerca de las necesidades de sus escritores y el derrotero que implica imprimir alguna nueva obra junto a la pretensión por darla a conocer y de esa manera, soliviar la pesada carga económica, emocional y estresante de todo autor por editar lo que escribe.
Entonces, el abandono en todos los órdenes institucionales por los escritores locales es un efecto de concebir al escritor como algo prescindible, consecuente con la idea de estar frente a una actividad marginal, hecho que se agravada si por ventura nos topemos con algún escritor no funcional al sistema imperante y contrario a la ideología vigente entre políticos y partidarios, educadores e intereses comerciales junto a los iconoclastas de turno, por el cual menos que menos tendrá un espacio ni siquiera será mencionado, nombrado ni registrado a la hora de la hipócrita acción de las palmaditas en las espaldas.
Y momento de algunas preguntas a considerar:
¿Qué sabe el geselino de escritores geselinos?
¿Cuántos hay, que obras han escrito, qué cuentos, poesía, ensayos y novelas están editadas y se encuentran guardados en los anaqueles de algún lugar sin que sean puesto a su lectura y no decimos vendidos?,
¿Existe alguna biblioteca con exclusiva literatura local?
¿Se señala y no decimos enseña en los ámbitos escolares de primer, segundo y tercer nivel a autores geselinos?
Si no existe una inquietud por provocar el hábito a la lectura como tampoco exponer y ofrecer al lector local a los trabajadores de las letras, se deje de lado la óptica de la alternativa en un lugar hegemonizado por los medios del pueblo con sus chauvinismos, liviandades y misceláneo decir justificados como noticias, no se lea a vecinos que desde su escribir y su pensar se tornen resistentes a la exclusión, la marginalidad y desigualdad a la que se hallan sometidos, allende a la otra marginalidad material que de por si abruma en las comunidades costeras e implícitamente, colaborar con el vaciamiento del pensamiento y el perpetuar de la indiferencia hacia la lectura, acciones que ponen en evidencia a los que dicen que les importa la cultura junto a los iconódulos funcionales, cuando en el fondo ejercen la ideología de exclusión profesada desde sí.
Para finalizar, sería idílico pensar o idealizar un proyecto municipal garantizando en cada año la edición de textos de escritores locales, obras individuales evaluadas con la participación de jurados calificados y académicos, y tras su edición, las bibliotecas de cada pueblo y las escolares se llenen con esos materiales, escritores participando en los espacios de la cultura como también, circulando en todos los barrios de la comunidad a la que pertenecen, sin embargo, como muestra de tal imposible lo encontremos en no haber escuchado a ningún político local y regional (y hoy están en plena campaña) decir, mencionar o al menos manifestar, algún tipo de sensibilidad a los problemas que estamos planteando, que los muestra en su cabal condición, no entendérselas con el verdadero sentido de todo candidato, “habérselas con lo marginal, donde el escritor local, ser uno más”.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias