Sabemos que el pueblo nació a la vera del balneario, el pueblo fue y es, esa mano de obra al servicio de la temporada, una misma condición que se va repitiendo en todos los balnearios costeros, la temporada representó la posibilidad más propia del balneario posicionando la relación de la ganancia y la renta: cuyos beneficiarios fueron y son, los dueños de los servicios del balneario, ahora, otra condición sobrevuele detrás de toda temporada: lo estacional.
No está demás señalar que toda temporada se encuentra arraigada como paradigma nacional y como tal, hace abstracción de los balnearios particulares costeros, pues cuando llega el verano se impone “el ir de vacaciones”, y después, decidir el destino, entonces, no es el destino lo que provoca el vacacionar sino que es al revés.
La ficción consista en ver a la temporada en sí misma como una oportunidad para todos por igual sin delimitar a dueños, empleados y patrones, en especial, cuando las temporadas cada vez van reduciendo su extensión, pues hablamos de 35 días a los sumo y en muchos casos, sólo los fines de semana con plena ocupación.
La temporada incorporada como panacea para todos, oculta que los balnearios como espacios de renta, están para el lucro de los dueños de los servicios y es funcional a ellos, por el cual la renta siempre pivotó en beneficio a una determinada clase representada en los dueños y los patrones, mientras que para el residente del pueblo, éste, simplemente fue, es y será esa mano de obra barata insistiendo por su jornal, salario o sueldos baratos.
La temporada sitúa al balneario y el balneario a la temporada, y entre una y otra, ¿qué hace el pueblo?, he aquí a la caverna con la siguiente ficción: creer en la panacea que significa la temporada y su espera por ella, si la mano de obra piensa igual que el dueño del balneario y sin tener en cuenta la división de clase, es porque vive en la ficción de la oportunidad y la igualdad que puede aportar la temporada.
Si o si esa forma de pensar tiene su efecto narcotizante, y explique este continuar por décadas y décadas, que no ve ni nota, que él como mano de obra, jamás tendrá la oportunidad del enriquecimiento o forma incorporada del desclasamiento.
No comprende que un cambio debe suceder, y transformar la presente condición del pueblo como balneario y mudar en ciudad.
Y posicionar nuevos desafíos y exigencias, cambiar de idiosincrasia, tal ser el reto en ciernes, de lo contrario, el pueblo siga bajo la hipnosis y su creer en la temporada como parte de su oportunidad y no caiga en la triste cuanta que sufre como siempre el talón de Aquiles de toda temporada: la estacionalidad, provocadora de pobreza, perpetuadora de la desigualdad y pauperización, fragrante realidad y oculta, como la realidad suprasensible de Platón.
Ser ciudad y no balneario, significa un giro sustancial y consista en participar no desde la opinión, sino desde el hacer bajo lineamientos comunitarios, con un eje en común, el propio vecino, al barrio, al obrero pero no según decisiones tomada desde los lineamientos de un ejecutivo sino desde las bases comunitarias y pivotando en sus necesidades y generando entre todos las condiciones de posibilidad para hacer. Entonces, si no se entiende que sólo desde esas bases se encuentre el principio de todo mudar, nuevamente sus enemigos de clase, seguirán teniendo el poder en el balneario subordinando al pueblo.
Por ello el desafío, eje y motivo del estar en el pueblo por la clase más necesitada, no debe ser la de esperar pasivamente por la temporada, sino la estar activamente mudando el balneario en ciudad, y fin de la temporada como efecto ilusorio de la presente caverna.
Juan Oviedo
SiGesellnoticias