Fue en una de esas clases de filosofía que una pregunta se formulo: acerca del significado del respeto ¿que implica el respeto a los demás?, y respondida como un no discriminar ni ofender a toda persona por su forma de vida y sus decisiones, ni a juzgar por lo que son dicen o piensan, ya que el respeto es vital para convivir con terceros.
A primera instancia es bastante razonable, ahora, si indagamos un poco más y consecuentes volvemos a repreguntar, ¿respetarías a un torturador o a un represor?, hablamos de sujetos que no cumplen simplemente una función aséptica de contenidos ideológicos sino que señalamos a individuos que tiene una disposición a causar dolor como metodología y que envuelve si o si a sus propias emociones, a ellos como torturadores; hablamos de respetar a todos los torturadores del mundo como policías, militares, servicios, delincuentes etc. pasados, presente y futuro.
Por supuesto, la respuesta fue la de no respetar a tales sujetos, ¿cómo se puede respetar a alguien así?
Sabemos que el concepto del respeto se enmarca en algo superior que es el ámbito moral, pero lo que deseamos destacar es la utilización ideológica de tal concepto cuando se abstrae de los hechos concretos que suceden en el mundo, y pondera lo moral según instancias metafísicas alejado de conflictos concretos como son las realidades políticas, sociales y de la tensión que significa vivir entre ellas.
Como sería posicionar la pregunta del “respeto” en una lucha de clases.
La sociedad contemporánea es coaptada desde el pensamiento burgués e instalado como paradigma social, por ello no es gratuito que el sentido de una movilidad social o la aspiración de una clase baja por mejores condiciones materiales, implique el deseo de pertenecer a una clase media y así, naturalizar en tal clase, el nexo proveedor de mejora de las condiciones materiales y el de la movilidad social, claro, el fenómeno de clase no sólo implica el plano material sino el simbólico, el social, el status, lo educativo y lo cultural.
Nótese lo siguiente, se trata dos clases antagónicas como son la proletaria y la burguesa respectivamente, el antagonismo es ver al otro como una amenaza, porque si se es proletario, entonces, la clase burguesa es clase opuesta a ella, por ello no se pueden compartir valores que la vulneran como clase (aspirar a la movilidad social como burgués), porque mi enemigo es la clase burguesa ejerciendo determinados valores (renta, ganancia, usufructúo), y apoyo a las condiciones de producción provocando explotación, miseria y pobreza, determinando la condición de una clase trabajadora dominada.
En otras palabras, si no puedo respetar a un torturador, tampoco, aspirar a convertirme en un burgués.
Ahora, si a nivel individual tengo en claro lo del torturador pero acerca del ámbito de la clase, no lo tengo tan claro, algo sustancial ya que me muestra cabalmente a quien es mi enemigo, y lo más importante, que la realidad es una lucha, la pregunta surja inmediata ¿por qué no tengo claro ese aspecto de la pertenencia de clase?, este determina y señala quien es mi antagonista o quién es el enemigo, en otras palabras ¿por qué no poseo una conciencia de clase?, la repuesta lo aporta el sentido de lo ideológico y presente en el ámbito de lo moral y en la movilidad social.
Entonces, ¿puedo respetar al enemigo?, claro que no, porque lo que me vulnera como individuo y como clase, ¡no puede ser respetado!, por ello cuando se exhorta la importancia del respeto a los otros, a las personas, a la condición humana, ese sentido tiene como eje un sentido platonizante de abstracción acerca del mundo real, con un mundo sin divisiones ni de clases, por ello señalamos la inserción ideológica que oculta la dominación provocadora de conflictos y de luchas sociales vigentes.
Hobbes lo supo intuir con su estado de naturaleza cuando dijo: “el hombre es un lobo para con el hombre”, y que no hacía más que reflejar el conflicto inherente de clase social en toda sociedad, en la lucha entre clases como algo latente, el otro es mi enemigo y como tal, debo lidiar ya que ese otro es mi amenaza, donde no es posible la paz en un mundo de división, fragmentado, de poder y dominación económica, política y cultural.
Para concluir, no se puede respetar a lo que nos destruye y nos transgrede, si soy proletario el burgués me vulnera, si soy alumno el maestro me adoctrina y si manifiesto, el policía me controla y golpea, como corolario, la clase intelectual al servicio de los dominadores ha sabido posicionar conceptos ideológico y que a través de la cultura y la educación, florezcan en las conciencia de las personas donde el desclasamiento, implique uno de ellos, como efecto de una no conciencia de clase, y junto a expresiones morales del respeto, nos provoquen perplejidad por estar en un mundo donde impera, ¡no la falta de respeto!, sino de sensibilidad hacia la condición humana dolorosa de trabajadores, proletarios y más necesitados, que la clase antagónica genera.
A la memoria de Ricardo Tonelli…….
Juan Oviedo
SiGesellnoticias